La esclavitud africana y su legado en el Caribe

El comercio de esclavos o trata atlántica se prolongó desde el siglo XVI hasta mediados del XIX: un negocio boyante que, mediante la captura de más de doce millones de personas en África y su venta en territorios caribeños como mano de obra para cultivos, construyó fortunas e imperios.

La existencia de tierras aptas y baldías en el Caribe favoreció el asentamiento y cultivo con productos tropicales que pronto alcanzaron una gran demanda en Europa (azúcar, café o algodón). El empleo del trabajo coactivo fue el otro factor que aseguró que la empresa fuera rentable al ser una mano de obra barata, de aprovisionamiento regular, fácil reposición y captura.

Un negocio seguro y regulado

La riqueza generada por el trabajo esclavo contribuyó al auge económico de Europa y animó a muchos países a participar. Desde la segunda mitad del siglo XVIII los ingleses controlaron el comercio de esclavos.

Según la bandera de la embarcación, el número de esclavos transportados y vendidos por parte de cada país se repartió así:

  • Portugal, 5 848 266;
  • Gran Bretaña, 3 259 441;
  • Francia, 1 381 404;
  • España, 1. 061 524;
  • Holanda, 554 336;
  • Trece Colonias y Norteamérica (a partir de 1783) 305 326;
  • Dinamarca: 111 040.

La trata fue una empresa internacional realizada tanto legal como ilegalmente. Fue ejercida en un principio por mercaderes, compañías mercantiles y desde 1789, tras la liberalización de este comercio, por particulares. Gran Bretaña la prohibió en 1807 aunque el tráfico se mantuvo hasta la década de 1860.

Fue un negocio seguro por la demanda creciente de esclavos en América y la diferencia abismal entre el precio de compra y el de venta. Muchos sectores de la sociedad se beneficiaron en distintas proporciones: comerciantes, capitanes de barco, marineros, hacendados, personas de medianos recursos, las Coronas y la Hacienda Real.

Un viaje mortal de dos meses

La costa occidental de África, especialmente la zona del Calabar, fue de donde se extrajeron un mayor número de esclavos, y en el siglo XIX las regiones del Índico africano. Los capturados eran conducidos a las factorías (instalaciones fortificadas edificadas en la costa) donde esperaban en los barracones su venta, y eran carimbados (marcados) con un hierro candente. A partir de mediados del siglo XVI, el viaje era directo de África a los puertos americanos. Los navíos eran buques mercantes con una capacidad para entre 200 y 800 personas, y una alta tasa de mortalidad (20% – 15%). La duración de las travesías oscilaba entre 30 y 70 días.

Distintos códigos y reglamentos integraron un cuerpo legislativo que sistematizaba la venta y vida cotidiana del esclavo: Código de Barbados, de 1661, que sirvió de modelo en las colonias británicas de las Antillas; el código de Santo Domingo, de 1768; Luisiana, de 1769, y Santo Domingo, de 1784, para las colonias españolas, y el Code noir, de 1685, vigente hasta 1789 en las Antillas francesas.

Rebeliones y derechos

El esclavo no fue un sujeto pasivo. No dejó de esforzarse por mantener sus tradiciones y conquistar espacios de libertad. Desde el siglo XVI se produjeron rebeliones.

La primera fue en La Española (isla de Santo Domingo) en 1521. Algunas se quedaron en revueltas, otras consiguieron marcar un nuevo ritmo en la historia mundial: por ejemplo, la Revolución de Saint-Domingue de 1791, que finalizó con la creación de Haití, en 1804, por exesclavos.

Otra forma de resistencia fue el uso de la ley. A través del síndico de esclavos, reclamaron derechos y en algunas ocasiones la libertad. La abolición fue un proceso lento y desigual iniciado en 1838 y finalizado en 1888.

Un legado actual

Junto a los esclavizados viajaron tradiciones, alimentos y plantas que en tierras americanas se mezclaron con las culturas indígenas y europeas. Este mestizaje continuo originó nuevas culturas.

En América pervive el uso de plantas para curar algunas enfermedades y de alimentos: quimbombó, ñame, ackee, fufú o fricanga.

En la música, son muchos los ritmos resultantes: el son, la rumba, bomba, plena, biguine, merengue, cumbia, reggae, bullerengue…

La Regla de Ifá, Shango Cult, Palo Monte, Candomble, Vudú, son ejemplos del sincretismo religioso.

Las diferencias físicas superficiales, como el color de la piel, que no genéticas, contribuyeron a fortalecer las ideas sobre las diferencias entre las poblaciones que justificaron la esclavitud, la exclusión y el racismo.

Fuente: https://theconversation.com/

Esclavos. Una subjetividad negada

En este libro se incorpora el enfoque interdisciplinario de la historia de la esclavitud, contemplando aspectos históricos, sociales, demográficos, museológicos, de la nueva arqueología histórica o arqueología patrimonial y de la genética de las poblaciones humanas, lo cual nos aproximará se entiende a un conocimiento más acabado y profundo de la esclavitud en estos territorios, el cual se revela hoy aún insuficiente en el cometido de saldar una deuda pendiente a la contribución africana en la configuración de nuestra identidad. El objetivo general que ha alentado esta investigación consiste en analizar, desde una perspectiva interdisciplinar, crítica y analítica las dinámicas de la esclavitud en toda su complejidad en territorios periféricos seleccionados de la antigua Monarquía hispánica entre los siglos XVII y XIX contribuyendo al reconocimiento de los aportes del elemento africano en la construcción de la cultura y etnia latinoamericana.

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El legado de la trata esclavos y la búsqueda de justicia y equidad

A continuación, publicamos la traducción al español de la ponencia de la profesora Verene A. Shepherd, quien es directora del Centro de Investigaciones sobre la Reparación, Universidad de las Indias Occidentales, como parte del panel virtual “Esclavitud y afrodescendencia: educación, cultura y antirracismo”.

Soy la profesora Verene Shepherd, historiadora social y directora del Centro de Investigaciones sobre la Reparación (CIR). Agradezco a la Casa de las Américas, la Comisión Nacional de Cuba de la UNESCO, la Oficina de la UNESCO en La Habana y la Oficina Multipaís de la UNESCO para el Caribe (Kingston), por invitarme a realizar esta presentación, especialmente en el marco del Decenio Internacional de las Naciones Unidas para los Afrodescendientes (IDPAD) y el vigésimo aniversario de la Declaración y el Plan de Acción de Durban (DDPA), documento final de la Conferencia Mundial contra el Racismo de 2001 (W-CAR) celebrada en Durban, Sudáfrica.

Me complace que haya quienes en nuestra Región recuerden la importancia del Día Internacional para el Recuerdo de la Trata Transatlántica de Africanos (TTA) y su Abolición, día designado por la UNESCO para conmemorar el Ma’angamizi (holocausto africano); celebrando así el papel que Ayiti (Haití) ha jugado en la abolición de este crimen de lesa humanidad y en la lucha anticolonial hemisférica, proporcionando armas y soldados para ayudar a otras luchas de liberación y ofreciendo ciudadanía y puerto seguro a los cimarrones marítimos de lugares donde la esclavitud todavía tenía un lugar después de 1804. En este sentido, el trato a las 128 personas esclavizadas de las Islas Turcas y Caicos que huyeron a Haití entre 1822 y 1825; y a los 15 del barco Deep Nine de Jamaica a Ayiti en 1817 no debe olvidarse nunca.

Lo que hizo posible todo eso fue la Revolución Haitiana. Para que no olvidemos, en la noche del 22 al 23 de agosto de 1791, los esclavizados en la colonia francesa de Saint-Domingue comenzaron una revolución, es ese el único ejemplo de una exitosa protesta negra armada en la historia mundial y el evento fundacional de la primera República negra moderna. En un cruel giro del destino, mientras hoy celebramos el inicio de esa gloriosa revolución que resultó en la independencia de Haití en 1804, también lamentamos la pérdida de vidas a causa de otro terremoto. La incapacidad de su infraestructura social y física para resistir los peligros naturales es parte de ese legado colonial que se manifiesta no solo en la degradación ambiental, sino también en la pobreza económica de una nación que enfrentó una deuda de reparación paralizante hasta 1947 y la injerencia externa antes y después de 1947.

Soy consciente de que hay quienes creen que temas como la TTA, la esclavitud y sus legados están demasiado lejos, en el pasado distante, para tener una aplicación contemporánea. Este tipo de respuesta ilustra cómo el concepto de «distancia» impregna el pensamiento de las sociedades. La opinión opuesta es que el argumento de “muy lejos en el pasado para tener una aplicación contemporánea” es inaceptable. La distancia solo afecta la forma en que uno piensa sobre el pasado, en el sentido en que los historiadores lo han explorado, a pesar de los años transcurridos ello ha intensificado nuestra determinación de que el tiempo transcurrido entre 1492 y el presente, simplemente, nos ha dado espacio para reflexionar sobre cuánta evidencia hay disponible para explicar lo contemporáneo. Quizás estamos demasiado relacionados con los eventos del pasado y no podemos desenredar la relación entre el pasado y el presente, ya que están tan inextricablemente enredados.

De hecho, tanto el Programa de Actividades para el Decenio como el Plan de Acción de Durban, dejan muy claro que la TTA estaba en la raíz de la situación socioeconómica actual de África y su Diáspora, así como en las razones de su impacto a largo plazo en el Américas, indicando lo siguiente:

Reconocemos que la esclavitud y la trata de esclavos, en particular la trata transatlántica, fueron tragedias atroces en la historia de la humanidad, no sólo por su aborrecible barbarie, sino también por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la esencia de las víctimas, y reconocemos asimismo que la esclavitud y la trata de esclavos, especialmente la trata transatlántica de esclavos, constituyen, y siempre deberían haber constituido, un crimen de lesa humanidad y son una de las principales fuentes y manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia, y que los africanos y afrodescendientes, los asiáticos y las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas de esos actos y continúan siéndolo de sus consecuencias.

Y continúa

Reconocemos que el colonialismo ha llevado al racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia, y que los africanos y los afrodescendientes, las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas del colonialismo y continúan siéndolo de sus consecuencias. Reconocemos los sufrimientos causados por el colonialismo y afirmamos que, dondequiera y cuando quiera que ocurrieron, deben ser condenados y ha de impedirse que ocurran de nuevo. Lamentamos también que los efectos y la persistencia de esas estructuras y prácticas se cuenten entre los factores que contribuyen a desigualdades sociales y económicas duraderas en muchas partes del mundo de hoy.

Para que no lo olvidemos, alrededor de 5,5 millones de africanos fueron traficados al Caribe colonizado por los británicos (mi tema en esta contribución), entre los siglos XVII y XIX. En 1834, solo quedaban 800.000. Se puede ilustrar la «barbarie» de la trata a la que se refirió la Declaración de Durban citando una opinión de 1854 sobre el papel de España y Gran Bretaña en la trata y el comportamiento hacia a los africanos esclavizados, que equivalía a un desastre demográfico, en comparación con el aumento de la población esclavizada en los EE.UU.

En ese año, un folleto impreso para la Sociedad Histórica de Maryland por John D. Toy, titulado «Comercio de esclavos africanos en Jamaica: trato comparativo de los esclavos», indicaba que, en 1790, los Estados Unidos tenían 697,897 africanos esclavizados y para 1850, la población había aumentado, principalmente por medios naturales, a 3.204.089, lo que equivale a un aumento en 60 años de 2.5 millones. Por otro lado, España importó 40.000 africanos a Jamaica durante el período 1509-1655, pero en 1655 cuando los británicos capturaron la isla, encontraron 1.500. Fíjate, muchos se habían escapado para formar escondites de Maroons (cimarrones). Durante los 179 años en los que Gran Bretaña participó en el TTA, se importaron 850.000 (según su cálculo porque la información reciente indica que Gran Bretaña continuó con el tráfico hasta 1811 e importó 1,2-1,5 millones a Jamaica). Sumando los 1500 que encontraron, tuvieron el control de 851,500 africanos desde 1655 hasta 1834. Se estima que 85,000 murieron durante el proceso de captura y traslado a la isla. Al independizarse en 1834, Jamaica tenía 322,421 personas esclavizadas, una mortalidad de más de 1 / 2M.

Sin embargo, aplicando la fórmula utilizada para estimar el crecimiento de la población en los Estados Unidos, el artículo de 1854 propone que, dentro de los 45 años de la presencia británica en Jamaica, la población esclavizada de la isla debería haber aumentado a 2.931.450 individuos. Por el contrario, en 179 años perecieron poco más de 3 millones de africanos, es decir 17.000 por año. «Esta declaración no necesita comentarios», dice el autor del folleto. “Exhibe la esclavitud en la colonia británica de Jamaica, tolerada por el Parlamento de Gran Bretaña durante ciento setenta y nueve años, suficientemente repugnancia, sin habilidad dramática, para hacer el cuadro aún más repulsivo”.

Es por eso que, para las víctimas del holocausto africano, la justicia reparadora es el grito en todo el Caribe e internacionalmente. La reparación se define simplemente como la reparación en forma o formas acordadas (monetarias y / o no monetarias) por un daño o perjuicios cometidos. El conocimiento en el Caribe de los males cometidos a través de la conquista, la colonización, la reubicación forzosa de africanos, la esclavitud, la emancipación sin compensación y el continuo daño poscolonial, han impulsado el surgimiento de esta demanda de justicia reparadora. La mayoría de las personas conocen la acción de 2013 de los Jefes de Gobierno de CARICOM cuando colocaron peso político detrás del movimiento de reparación, al establecer la Comisión de Reparación de CARICOM presidida por el Prof. Sir Hilary Beckles, un Subcomité de primeros ministros presidido por el Primer Ministro de Barbados bajo cuyo mandato se estableció el Centro de Investigaciones sobre Reparaciones que dirijo y que tiene ya 3 años, y los Comités Nacionales en los Estados Miembros de CARICOM (y ahora hay unos diez). Pero mucho antes de eso, los pueblos indígenas, los africanos esclavizados, los defensores de la justicia posterior a la esclavitud, los rastafari del siglo XX, los académicos, los activistas de la sociedad civil y políticos individuales como Ralph Gonsalves y Mike Henry, participaron activamente en el movimiento.

El Plan de Acción de Diez Puntos de CARICOM es el Plan para la demanda regional de reparación de Gran Bretaña, Dinamarca, Holanda, España, Portugal, Francia, Suecia, Noruega y algunos otros países. Incluso un barco que enarbolaba la bandera rusa traficaba con africanos a Cuba. Los 10 puntos son:

(1. Completa disculpa formal 2. Programa de Desarrollo para los pueblos originarios. 3. Repatriación para aquellos que los escojan. 4. Construcción de instituciones culturales. 5. Atención a la crisis de salud pública. 6. Campañas de alfabetización. 7- Programa para el conocimiento sobre África. 8. Rehabilitación psicológica. 8- Transferencia de tecnologías. 10. Cancelación de la deuda,)

No todos están a bordo del tren de reparación. Las voces opuestas utilizan los siguientes argumentos:

• La esclavitud fue hace demasiado tiempo atrás

• No hay víctimas / todos están muertos

• Los descendientes no pueden reclamar en nombre de sus antepasados

• La mayoría de los pueblos caribeños no están a favor del movimiento

• Los caribeños se oponen a la repatriación

• Fueron los africanos quienes vendieron a nuestros antepasados

• Es un asunto demasiado complicado

• Los gobiernos coloniales anteriores no pueden pagar

• Era legal en ese momento

Nuestro deber como activistas y educadores es aumentar la educación en torno a las justificaciones, incluyendo que:

• Existe un acusado (o agresor)

• No se puede negar el hecho de que la esclavitud en las plantaciones proporcionó el andamiaje para el avance industrial de Gran Bretaña. La economía de las plantaciones del Caribe fue un engranaje importante en el floreciente sistema de comercio atlántico de Gran Bretaña. Tal era la capacidad productiva de la región que el profesor Richard Sheridan calculó la riqueza total de Jamaica solo en 1775 en 18 millones de libras esterlinas. Desde entonces, las estimaciones de Sheridan han sido revisadas por el historiador económico Prof. Trevor Burnard, quien sostiene que la riqueza de la isla era, en £ 25 millones de libras esterlinas, unos £ 7 millones (o 39%) más alta. Esa riqueza es un testimonio de la capacidad productiva de la isla y, lo que es más importante, de su viabilidad económica durante el siglo XVIII. En comparación con la parte continental de América del Norte, los ingresos per cápita de los plantadores del Caribe eran significativamente mayores que los de sus contrapartes continentales.

• La injusticia está bien documentada

• Las víctimas son identificables como un grupo distinto

• Los descendientes de grupos victimizados continúan sufriendo daños

• Nada en el derecho internacional impide que los descendientes reclamen en nombre de sus antepasados

• También existe un precedente para el pago de reparaciones. Quizás el ejemplo más flagrante de reparación histórica es el de Haití, donde bajo una demanda francesa de 1825, ese país tuvo que pagar 150 millones de francos (reducidos a 90 millones), pagados solo en 1947. El segundo es el de 20 millones de libras esterlinas como reparación a los plantadores británicos por esclavizados liberados.

La reparación es una causa justa. Según Sir Ellis Clarke, primer presidente de Trinidad y Tobago y segundo y último gobernador general:Una potencia administradora … no tiene derecho a extraer durante siglos todo lo que se puede sacar de una colonia y cuando se ha hecho, liberarse de sus obligaciones … La justicia exige que se repare al país que ha sufrido los estragos del colonialismo…” [1964].

Fuente: http://laventana.casa.cult.cu

Establecen en ONU Foro Permanente de los Afrodescendientes

El Foro Permanente de los Afrodescendientes ya es hoy una realidad en ONU pues tras varios años de esfuerzos, finalmente se aprobó un mecanismo consultivo enfocado en mejorar la calidad de vida de esa comunidad.

La víspera, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó por consenso una resolución para el establecimiento de ese Foro, que será también órgano asesor del Consejo de Derechos Humanos.

El texto refrenda el compromiso de la Asamblea con el respeto a la dignidad humana y la igualdad de las víctimas de la esclavitud, la trata de esclavos y el colonialismo.

Asimismo, estipula que el mandato del Foro será ‘contribuir a la plena inclusión política, económica y social de los afrodescendientes en las sociedades en las que viven, en pie de igualdad con los demás ciudadanos y sin discriminación de ningún tipo’.

También persigue y mejorar la calidad de vida y medios de subsistencia de ese grupo históricamente marginado.

La idea de este Foro Permanente se venía planteando desde hace años y ya en 2011 había sido un reclamo de la I Cumbre Mundial de Afrodescendientes, celebrada en Honduras.

Según la resolución aprobado, ese organismo estará formado por miembros designados por los Gobiernos y por la presidencia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y defenderá la inclusión de comunidades afrodescendientes en los planos político, económico y social.

Las reuniones anuales del órgano durarán cuatro días y tendrán lugar en la oficina de la ONU en Ginebra y en la sede de Nueva York alternativamente a partir del próximo año.

Entre otras funciones, el Foro deberá evaluar una posible declaración de las Naciones Unidas sobre la promoción, la protección y el respeto pleno de los derechos humanos de los afrodescendientes.

Igualmente, tendrá que identificar las mejores prácticas, retos y oportunidades e iniciativas para abordar las cuestiones relacionadas con esa comunidad.

Asimismo, supervisará los avances en la implementación del programa de actividades del Decenio Internacional de los Afrodescendientes.

Fuente: Prensa Latina

Frantz Fanon, profeta de la negritud

Las protestas en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd por la policía de Minneapolis el pasado mayo, que sacaron a las calles a cientos de miles de personas desde Nueva York a California para decir que las vidas negras importan, suponen uno de esos raros momentos que obligan a una nación a replantear su identidad para hacer audibles las voces minoritarias y de los marginados.

John Trudell (1946-2015), poeta de la nación dakota y expresidente del American Indian Movement, solía decir que los pueblos nativos de EEUU eran la tribu invisible, que al estar desposeída, los blancos “no podían ver”: por no tener, no tenían siquiera nombre. Los términos “indio” o “nativo” no existían antes de 1492. Muchos nombres de los pueblos originarios americanos –hopis, iniuts, dinés, runas…– significaban simplemente “gente”. Algo similar sucedió con los descendientes de yorubas, lucumíes o bantús, entre otros, cuyas identidades étnicas originales se fundieron en un conjunto amorfo al que unía el color de piel.

En el centro del diseño original del Gran Sello de la Unión –que propuso un comité integrado por Benjamin Franklin, Thomas Jefferson y John Adams, y algunos de cuyos símbolos han sobrevivido hasta hoy, como el ojo de la providencia en el triángulo radiante que figura en el dólar– figuran los escudos heráldicos de las seis naciones europeas sobre la que se constituía la nueva república: Inglaterra, Escocia, Irlanda, Francia, Alemania y Holanda.

Amnesia europea

El pasado esclavista ocupa un lugar marginal en el imaginario colectivo europeo. Hasta que Adam Hochschild no publicó King Leopold’s Ghost en 1998, a nadie parecía extrañar en Bruselas la presencia ubicua de las estatuas ecuestres de Leopoldo II, el monarca que embelleció la capital belga expoliando el Congo, del que fue soberano, fundador y único propietario entre 1885 y 1908.

Según un sondeo de 2019, un 30% de los británicos cree que las antiguas colonias estaban mejor cuando formaban parte del imperio. En Francia, que ha eliminado el término “raza” de la Constitución, el memorial en París dedicado a los deportados a los campos de concentración nazis no menciona que la mayoría de las víctimas fueran judías. Lo único destacable era que fueron franceses.

Solo este año, 60 después de la independencia, el rey de los belgas “lamentó” los actos de crueldad en el Congo y fue derribada en Bristol y arrojada al mar la estatua de un notorio tratante de esclavos, Edward Colston. En Barcelona la de otro, Antonio López y López, fue retirada por decisión del consistorio de la capital catalana en 2018.

Emmanuel Macron ha sido el primer presidente francés que ha reconocido que el colonialismo en Argelia fue un “crimen contra la humanidad”. Solo en 1999 Francia admitió que había habido una guerra en su antigua colonia magrebí. Y en 2009, con ocasión de una visita de Muamar Gadafi a Roma, el gobierno italiano autorizó el estreno de Lion of the Desert (1982), del director sirio Mustafá Akkad sobre la lucha del caudillo rebelde libio Omar al Mukhtar contra las fuerzas coloniales de la Italia fascista. Según diversas estimaciones históricas, en los 60 años de colonialismo italiano, desde Libia a Etiopía y el Cuerno de África murieron casi un millón de personas por las guerras, deportaciones e internamientos forzosos.

En España, el actual director de la Real Academia de la Lengua, Santiago Muñoz Machado, publicó en 2019 un libro con un título no muy políticamente correcto para los tiempos que corren: Civilizar o exterminar a los bárbaros, sobre los contrastes entre la colonización británica y española de las Américas.

Según el académico indio Sankaran Krishna, el olvido oficial obedece a una política de “amnesia voluntaria”. No resulta extraño. En su Discurso sobre el colonialismo (1950), el poeta martiniqués Aimé Cesaire escribió que, en el fondo, lo que no se perdonaba a Hitler era haber aplicado en Europa métodos que hasta entonces las potencias europeas solo habían utilizado en sus colonias contra las razas de color.

Según escribe Adrienne Brown, profesora de la Universidad de Chicago, en The Black Skyscraper (2017), los códigos sociales no escritos y las relaciones internacionales de su país están basados en conceptos eurocéntricos y “racializados” que crean dicotomías antagónicas imaginarias: civilizado-salvaje, desarrollado-subdesarrollado, moderno-primitivo…

Andrew Carnegie, el filántropo fundador del Carnegie Endowment for Intertnational Peace, creía que si los pueblos anglosajones se unían, traerían al mundo una era de justicia y paz. Esa ideología supremacista explica, entre otras cosas, que entre 1899 y 1902 la represión contra los rebeldes filipinos de las fuerzas de ocupación de EEUU se cobrara unas 200.000 vidas de civiles en la excolonia española. La sombra del racismo es alargada. En 2019, el 90% de los asesinatos relacionados con grupos extremistas fueron cometidos por fanáticos de extrema derecha.

El crisol caribeño

En Island on Fire (2020), sobre la rebelión en Jamaica de 1831 que codujo a la abolición de la esclavitud en el Imperio británico, Tom Zoellner estima que solo en el siglo XVIII la trata llevó desde África al continente americano a casi 6,5 millones de esclavos. Unos 350.000 fueron directamente a las plantaciones de Virginia, Georgia y las Carolinas, dos millones a colonias caribeñas británicas como Jamaica y Barbados, y el resto a las francesas, españolas, holandesas y portuguesas.

En el llamado Siglo de las Luces, la trata hizo ganar fortunas a marinos, comerciantes, prestamistas y dueños de astilleros, destilerías e ingenios azucareros. En 1776, en vísperas de la independencia de las 13 colonias, la riqueza nominal de una persona blanca media, según Zoellner, era de unas 42 libras esterlinas en Inglaterra y de 60 en América del Norte. En Jamaica era de 2.200.

Entre 1700 y 1800, el consumo de azúcar en Inglaterra aumentó de cuatro a 20 libras per cápita, 10 veces más que en Francia. Ciudades como Londres, Liverpool, Bristol, Nueva York, Filadelfia, Burdeos, Nantes, Le Havre, Port-au-Prince y La Habana, entre otras, debían el esplendor y prosperidad que alcanzaron en esos años a la industria del azúcar que alimentaban los brazos esclavos en las plantaciones antillanas.

Voltaire, cuya estatua frente a la Académie Française en París acaba de ser retirada para evitar que siga siendo objeto de actos vandálicos, fue accionista de La Compañía Francesa de las Indias Orientales, fundada en 1664, cuyas fragatas armadas comerciaban esclavos entre Europa, África y América en la década de 1740, cuando el escritor invirtió en ella. En Foreing Policy, Nabila Ramdani recuerda que en sus Lettres d’Amabed (1769) describió a la africanos como “animales”, solo un poco por encima de los monos.

El filósofo escocés David Hume escribió que en Jamaica los negros educados solo repetían como “loros” lo que habían aprendido de sus amos. En 1843, Alexis de Tocqueville sostuvo que aunque los negros tenían derecho a ser libres, los colonos también tenían derecho a no ser arruinados por su liberación. De hecho, las grandes plantaciones se mantuvieron intactas tras la abolición.

Las jerarquías de sangre permeaban todo el tejido social colonial caribeño. Según escribió el historiador cubano Manuel Moreno Fraginal en El Ingenio (1978), la Iglesia recibía el 5% de la producción de azúcar por enseñar resignación a los negros porque la esclavitud encadenaba a sus cuerpos, no a sus almas. Una tez más o menos oscura o clara lo determinaba casi todo. Los testimonios de viajeros de la época aseguraban que los békés –colonos criollos ricos de Guadalupe y Martinica, posesiones francesas desde 1762– salían de sus casas solo después del crepúsculo para que el sol no oscureciera su piel.

Pero nada era del todo claro. En Haití eran negros los mulatos pobres y mulatos los negros libres adinerados, aunque pocos de ellos conseguían los documentos que les permitían tocar a una mujer blanca sin correr el riesgo de que les cortaran la mano. Las guerras de los llamados cimarrones (maroons en inglés y nègres marrons en francés), que tras huir de las plantaciones se armaban en selvas y montes, se prolongaron desde 1728 hasta finales del siglo XIX, cuando se abolió la esclavitud en Cuba (1880) y Brasil (1888).

Solo en la guerra de independencia de Haití, que dio origen a la primera república negra del mundo en 1804, se perdieron unas 350.000 vidas. En un informe de 1833 dirigido al rey Luis Felipe I de Francia, la comisión real que lo redactó señaló que las masacres de civiles indefensos tras la invasión de Argelia mostraban que los franceses habían superado “en barbarie a los bárbaros que habíamos venido a civilizar”. En su biografía de Engels de 2010, Tristam Hunt recuerda que el socio de Marx escribió que la conquista francesa de Argelia favorecía “el avance de la civilización”.

Retrato del rebelde adolescente

De ese bullente universo social emergió la figura del escritor, psiquiatra y activista político martiniqués Frantz Fanon (1925-1961), discípulo de Aimé Césaire, cuyo Les damnés de la terre (1961), que prologó Jean-Paul Sartre y fue traducido a 19 idiomas, es un texto clásico de la literatura política de la descolonización. Para Sartre y Fanon, la violencia en la guerra argelina era una respuesta inevitable a una historia de violencia colonial.

El menor de ocho hermanos, Fanon nació en Fort de France en 1925 en el seno de una familia mulata de clase media y que, como muchas, vivía en la frontera entre la cultura de la metrópoli y la creole caribeña. En la isla, que recién se convirtió en un departamento de ultramar francés en 1983, los békés solo empleaban el creole –en Martinica una mezcla de francés, holandés, español, inglés y dialectos africanos– para hablar con sus sirvientes.

Fanon recordaba que en su infancia la imagen de los békés a caballo con un látigo en la mano, símbolo de los privilegios de las dinastías terratenientes de la isla, seguían intimidando a los creoles. Con 18 años se escapó de casa para enlistarse en las fuerzas de la Francia Libre del general De Gaulle, con las que combatió en Marruecos, Argelia, Francia y Alemania.

Fanon es una figura aun enigmática y elusiva. Si debe considerársele martiniqués, antillano, francés o argelino –o simplemente negro– es una cuestión aún irresuelta. Según Césaire, Fanon eligió ser argelino: “Vivió, luchó y murió” como tal, decía. Los argelinos, cuyo nacionalismo se autodefine como árabe-islámico, otorgaron a Fanon en 1963 el premio nacional de las Letras de forma póstuma, pero a veces le hacían sentirse más extranjero que en Lyon, donde estudió psiquiatría.

La propia vida de Fanon explica la fascinación que ha ejercido entre generaciones de activistas de izquierda, los últimos de ellos los seguidores del movimiento Black Lives Matter. Cuando en marzo de 1945 el ejército aliado se aprestaba a cruzar el Rin, entre los cientos de miles de soldados coloniales británicos y franceses se encontraba un joven antillano condecorado con la Croix de guerre por su valentía en los campos de batalla de Alsacia. Pero ni él ni sus compañeros de color pudieron desfilar con los ejércitos victoriosos en Alemania. Los antillanos de las “viejas colonias” eran tratados como semi-europeos y llevaban los mismos uniformes que los demás soldados franceses, pero en las celebraciones aliadas, la consigna de los altos mandos militares fue que tropas debían ser “blanqueadas”. Por una cuestión de prestigio.

En su tesis de psiquiatría y primer libro –Peau noire, masques blancs (1952)–, Fanon sostuvo que en el sistema racial-colonial los colonizados debían adoptar las “máscaras blancas” del colonizador en la pirámide pigmentocrática, en la que el vértice solo podía ser inmaculadamente caucásico.

Un destino argelino

Cuando fue designado en 1952 al hospital psiquiátrico de Blida en Argelia,  descubrió que la escuela psiquiátrica colonial había tipificado a los árabes de “primitivos, fanáticos y fatalistas” porque según sus teorías el islam era una “patología mental” que hacía a las masas musulmanas “impermeables a la civilización”.

En noviembre de 1954, tras el estallido de la guerra anticolonialista, Fanon entró en contacto con el Frente de Liberación Nacional (FLN). De día trataba a los oficiales de la fuerzas coloniales y por las noches enseñaba a los insurrectos a mantener la sangre fría y soportar las torturas.

En 1956, expulsado de Argelia, se refugió en Túnez para trabajar en el aparato propagandístico del FLN. Como embajador itinerario del gobierno argelino en el exilio, conoció a Kwame Nkrumah en Ghana, a Patrice Lumumba en Congo, a Sékou Touré en Guinea y a Léopold Senghor en Senegal. Después de una campaña en el Sáhara para abrir un tercer frente en Argelia, los médicos le diagnosticaron leucemia, de la que murió a los 36 años.

Los condenados de la Tierra

En 1961, Fanon se comprometió a entregar un manuscrito al editor francés François Maspero, que ya había publicado en 1959 su segundo libro, Año V de la revolución argelina. El texto final fue Les damnés, obra póstuma porque su autor murió el 6 de diciembre de 1961 en un hospital de Maryland. Cuando sus restos retornaron a Argelia, fueron escoltados por columnas del FLN hasta el Cementerio de los Mártires en Chouhada.

En un tour de force biográfico, David Macey (1949-2011) –uno de los historiadores británicos más brillantes de su generación y autor de estudios fundamentales sobre Paul Nizan, Jacques Lacan y Michel Foucault– navega con consumado tacto y sentido común para desbrozar la mitología que se tejió en torno a Fanon, trazando las coordenadas –históricas, políticas, sociales y culturales– que permiten entenderle en un minucioso fresco histórico sobre la Francia de la posguerra.

Los actuales son buenos tiempos para releer a Macey y Fanon, que escribió que él mismo descubrió que era “negro” en Francia: la “negritud” no existe como tal, sino que es algo que uno descubre en la mirada del otro, observó.

Fuente: politicaexterior.com

Cimarrones, y rebeliones negras en la Venezuela colonial

En aras de profundizar en el estudio de nuestra y historia y de nuestros orígenes, Afroamiga pone a tu disposición la entrega N° 9 de la revista «Memorias de Venezuela», la cual ofrece un contenido
enfocado, en gran parte, a reseñar la presencia de la huella africana en la fragua de nuestra sociedad.

En esta edición de la revista se repasan las contribuciones de algunas de las culturas africanas en Venezuela, así
como de varios de los episodios en los que se puso de manifiesto el anhelo de libertad de quienes permanecían sojuzgados bajo el yugo de la esclavitud.

Todo ello, sin dejar de lado los pormenores de los maltratos sufridos por quienes vivieron la vida bajo la ignominiosa condición de esclavos.

Descargar revista completa

Esclavos, rebeldes y cimarrones

Con la intención de seguir enriqueciendo los aportes documentales que Afroamiga ofrece cotidianamente en este espacio digital, publicamos el texto Esclavos rebeldes y cimarrones , el cual como bien indica en su presentación contiene una serie de trabajos de distintos investigadores europeos y latinoamericanos sobre el tema de la rebeldía esclava. Uno de los conflictos más importantes a los que se tuvieron que enfrentar tanto las autoridades como los propietarios fue al hecho de la rebeldía. Ésta tomó las más diversas formas en función del tiempo y los espacios de América. Las resistencias variaron y se plasmaron en rebeliones y sublevaciones que poco a poco fueron minando el orden colonial y al propio sistema esclavista. Creemos que uno de los elementos que más minaron el sistema esclavista y que llevaron a la abolición definitiva de la esclavitud fue la resistencia que presentaron los esclavos frente a la esclavitud.

Es imposible entender el mundo colonial sin tener en cuenta las relaciones esclavistas que se dieron desde el origen de las colonias, si bien es cierto, que el fenómeno de la esclavitud no fue ni estático ni homogéneo. Desde los esclavos de servicio que acompañaron a los conquistadores, frailes y funcionarios reales, muchos de ellos ladinos, a los que fueron llevados tras la abolición de la trata negrera para producir azúcar en Cuba, las condiciones y situaciones fueron divergentes. Sin embargo, en todos los casos el elemento común, la condición por la que pasaron los esclavos fue la misma, la ausencia de libertad.

Consta de 10 capítulos:

• Capítulo 1. América esclavista

• Capítulo 2. Rebeliones esclavas

• Capítulo 3. Negros cimarrones

• Capítulo 4. Cimarrones en la Nueva España

• Capítulo 5. Palenques: huellas de africanía

• Capítulo 6. Los Caribes de Yurumein: indios y cimarrones

• Capítulo. La casa y la comunidad

• Capítulo 8. Cosmogonía e identidad

• Capítulo 9. Guerra colonial e identidad

• Capítulo 10. La diáspora o la nueva historia

Descarga el texto completo

Máscara: legado africano, influencia e identidad cultural en el Caribe

Compartimos con ustedes este artículo publicado en la página web del Museo de Arte de Puerto Rico que habla acerca de la máscara como legado de los esclavizados africanos que fueron traídos a nuestra América. Este aporte  aún está vigente.

La máscara en el contexto caribeño utiliza elementos de la tradición africana. La relación entre África y América está marcada por la antigua costumbre del uso de esclavos africanos para trabajar en la agricultura. SegúnYolanda Wood la máscara llegó a América de manera silenciosa. Vino en la memoria de los esclavos traídos a trabajar en las plantaciones caribeñas. Los africanos, frente al trato cruel, las exigencias impuestas por un duro trabajo y la unión con la cultura española, crearon rituales secretos y clandestinos. Algunos de estos rituales fueron de carácter religioso y otros festivos. En estas celebraciones la máscara pasó a ser para el africano un mecanismo que le permitió expresar su cultura… Leer más

 

Fiesta de la africanidad en Cuba

Foto: Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana

El 6 de enero del año 1986, Día de los Reyes Magos, abre por primera vez sus puertas la Casa de África, para brindar a los visitantes una vasta visión del continente africano a través de su colección etnográfica. Esta fecha no es escogida por casualidad, sino responde a que en este día en el siglo XIX, aprovechando las festividades del Día de los Reyes Magos de la religión cristiana, en la que los esclavos no trabajaban, los africanos y sus descendientes llegaban de extramuros, provocando en los visitantes y observadores de la época, una imagen distinta del cruel proceso de la esclavitud.

A partir del año 1996 como parte del décimo aniversario de la Casa de África, surge la idea de crear un espacio donde se analizaran temas de antropología social y cultural, que comenzará con el recorrido por algunas calles de la ciudad del cabildo afrocubano, nombre que dio Fernando Ortiz a estas fiestas de la africanidad popular. En este espectáculo cultural las calles de la antigua villa de San Cristóbal de La Habana y sus principales plazas se llenan de música, danza, teatro y se ven representadas las diferentes religiones de origen africano.

Esta gran fiesta de la africanidad es ya una tradición y la salida del cabildo Día de Reyes Afrocubanos comienza a ser parte de las actividades esperadas a inicios de año por los habitantes de la localidad. Así se recuerda de una forma «espontánea aquel acontecimiento que en el siglo XIX hizo ver a la villa de San Cristóbal de la Habana» diferente, y que aún perdura en la memoria de sus habitantes, como algo que aunque «nunca conocieron», saben que existió y que forma parte de esa importante resistencia cultural africana. Tal tradición ha llegado hasta nuestros días gracias a que la Casa de África la ha incluido entre sus proyectos socioculturales.

Es también el cabildo uno de los momentos más esperados del taller de antropología social y cultural Entre cubanos que llega este año a su decimoquinta edición. Con el objetivo de rendir homenaje al padre de la antropología cultural en Cuba, Don Fernando Ortiz en el aniversario 130 de su natalicio, el encuentro propicia un espacio para profundizar en el estudio de su gran obra, además de crear un lugar de reflexión donde los africanistas pueden exponer sus investigaciones sobre el continente africano y los procesos transculturales, estimular el análisis de la temática africanista, contactar el avance en los estudios del tema y la revisión de las principales temáticas concernientes al mundo y a la identidad de origen africano bajo la impronta de las corrientes de globalización, en este año dedicado por la UNESCO a los afrodescendientes.

Desde sus inicios, el taller ha analizado temas relacionados con los procesos de resistencia y cimarronaje, la cultura, identidad y otredad, la oralidad, la arqueología, las vertientes de religiosidad popular y confraternidad de origen africano, África y su diáspora, el papel del museo en trabajo con las comunidades en el rescate de tradiciones y la Antropología visual.

Por: MSc. Alberto Granado

Realizarán Primera Jornada sobre Africanos y Afrodescendientes en Chile

Imagen de: Incide

Este martes 23 de noviembre se realizará, en el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, la I Jornada sobre Africanos y Afrodescendientes en Chile.

Estas Jornadas son de gran importancia para la Alianza Afrochilena y para la Red de organizaciones por el acceso a la información pública y la participación ciudadana Incide porque vienen a apoyar la labor que hacen para lograr que el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) incorpore la variable afrodescendiente en el Censo nacional de 2012, y para que se promulgue una ley que reconozca la etnia afrodescendiente en Chile.

El programa de exposiciones contempla cuatro mesas: 1) Representaciones sobre negros y esclavos en la literatura, 2) Dinámicas de la esclavitud: identidades y relaciones sociales, 3) Dos balances historiográficos y una crítica teórica, y 4) Afrodescendientes esclavos y libres en la época tardo-colonial e independentista.

Descarga el programa completo de la actividad aquí: Programa de la I Jornada sobre Africanos y Afrodescendientes en Chile

Fuente: Incide.cl