La africanía de lo jondo

Pastora Galván bailando el tango

Lo negro del subtítulo de («el influjo negro en la canción española») a lo subsahariano pero también a todas las culturas no oficiales que, según Auserón, pervivieron en España después de las conquistas y expulsiones, así como del arribo de migrantes, de finales de la Edad Media y el Renacimiento. Estudia el autor la evolución de la música y las danzas con marchamo africano, como la zarabanda o la chacona.

La primera es de origen negro y peninsular, según Auserón, en tanto que la segunda nacería en las Indias Occidentales y después se extendió por Europa. Lo cierto es que la primera noticia de la zarabanda, hasta ahora, la sitúa en México en 1566. La primera noticia peninsular, de 1583, se refiere a la prohibición que llevaron a cabo los señores Alcaldes de la Casa y Corte de su majestad. La fecha que da Auserón en esta obra como primera referencia escrita a la zarabanda es la de 1539, en un poema supuestamente escrito en Panamá por Fernando Guzmán Mexía, pero Rosa Navarro Durán demostró el carácter erróneo de esta cita, tanto en la referencia a la fecha como al lugar, cita que, no obstante, se ha repetido en numerosas ocasiones.

Y es que Auserón trata en todo momento en su obra de relativizar los documentos escritos, pese a ser las únicas informaciones al respecto que tenemos, y, por otra parte, el sostén de este trabajo, subrayando que la canción popular (y la danza) nació al margen de la cultura oficial que identifica con la escrita y con los teatros de la época, Renacimiento y Barroco.

Creo que esta división, que ha lastrado tantos estudios de la música y la danza popular, lastra también una parte de esta obra, fundamental, por otro lado, desde 2012, el año de su primera edición, en los estudios que nos ocupan.

Afirma Auserón en este sentido que «el laboratorio de formas musicales capaces de pasar de una etnia a otra y de saltar barreras sociales no está en los pliegos sueltos ni en los teatros». No lo creo: en los teatros, esto es, en los corrales de comedias, se representaba la vida de la calle, incluso de los ambientes más marginales, y son, en ocasiones, las únicas referencias que tenemos de la misma. A los corrales de comedias acudían todas las clases sociales y los había tanto en las grandes ciudades como en las medianas y pequeñas. Y la gente iba a verse representada, a identificarse con las costumbres, nada idealizadas, que reconocían en la escena.

Lo mismo podemos decir de la novela, por ejemplo la picaresca, o, incluso, de la poesía. En todo caso, son los medios, junto a las anotaciones musicales, que tenemos de llegar a la realidad de la poesía, la danza y el canto popular del periodo. Hay que decir, por tanto, que lo negro, lo moro, lo judío, lo gitano, etc., toman también su parte, en este periodo, de la cultura oficial. Y es que, por supuesto, las formas de control social del momento, aunque extremas (por bailar la zarabanda podías ir a galeras o sufrir doscientos azotes), estaban mucho menos extendidas que hoy día.

Por eso hay quien es capaz de interpretar toda o una parte de la cultura española o andaluza desde la perspectiva árabe, judía, gitana o, en los últimos tiempos, y en ese sentido esta obra fue pionera, negra. Si a esto unimos lo tradicional castellano, o lo tradicional aragonés, o lo tradicional vizcaíno, o lo tradicional gallego, además de lo francés, lo inglés y lo europeo en general, y lo americano, por no hablar de lo oriental (mantón de Manila, abanico, etc.) ya tenemos un mapa bastante completo de nuestro pasado, que es un mapamundi, claro. Sin alguno de estos territorios, el panorama estaría incompleto.

Portada del libro.

Y todas estas realidades convivieron, pacífica y violentamente, y nos construyeron. Negar una parte es negarnos. Pero, al cabo, un mapa siempre será un mapa. El territorio habremos de explorarlo por nosotros mismo. El mapa de Auserón puede ser de gran ayuda. Auserón conecta las «danzas cantadas», pues así eran llamadas en la época, del barroco con la realidad actual de la música popular, singularmente con el flamenco, al afirmar que «La amalgama del 6/8 y ¾ [que el autor identifica con la chacona] forma un periodo de doce corcheas comparable al que bulerías, soleares, alegrías y seguiriyas comparten con el universo rítmico africano». Y conecta estas músicas negras (zarabanda, chacona, que eran mestizas, en realidad) con un supuesto legado hispanomusulmán y judío anterior de manera que llega a afirmar que «los palos del flamenco (…) se gestaron en contacto con árabes y judíos andaluces, bereberes, judíos y esclavos negros.

Lo negro, como digo, está (mezclado) en la zarabanda, en la chacona y en otros estilos que podemos considerar, acaso, en el origen remoto de lo jondo, pero la el resto de referencias que introduce Auserón, y que estudia pormenorizadamente en esta obra, obedecen más al espíritu romántico de los estudios del flamenco que a cualquier evidencia histórica. En cuanto a realizaciones concretas, claro.

Otra cosa es que haya un sustrato, innegable. Incluso se retrotrae el autor al legado hispanorromano (no faltan a la consideración las famosas Puellae Gaditanae), quedando apenas el sustrato griego, que obviamente forma parte también de nuestra historia musical, coreográfica y literaria, acaso a través de las culturas romana y árabe, fuera de este estudio. Los creadores, anónimos, a los que alude el autor, siempre pertenecen a las «capas populares», quedando fuera de esta consideración los Lope, Quevedo, Cervantes o Juan de Arañés, quedarnos solo con algunos de los que cita el propio Auserón. Se trata de un clasismo a la inversa, bien intencionado, sin duda, pero con similares efectos a la postre.

Respecto del tango, Auserón señala la conexión con la country dance inglesa y nos da noticia de las dos vías que tradicionalmente se han ofrecido de la llegada de esta danza a Cuba, donde los negros habaneros pronto la hicieron suya, considerando que las dos vías no son incompatibles. La vía hispana, ternaria (Carpentier), y la anglosajona, binaria (Galán). De hecho, el primer tango anotado en España, de 1818, por un maestro de baile francés, Antonio Cayron, está en 3/8. Y sigue Auserón «los tangos que en Cuba son cosa de cabildo negro se refugian en los teatros españoles en forma de baile grotesco, gesticulante en exceso, que debió de parecer bien a los gitanos, sobre todo en Andalucía y en Madrid».

De hecho, tenemos a un gitano, Curro Dulce, bailando por tangos en el Teatro Principal de Jerez en 1867. antes que él, otros flamencos, tanto gitanos como no gitanos, lo cantaron: Francisco Pardo en 1848, Villegas en 1849 y, probablemente, en 1853 y Enrique Heredia en 1958, entre otros.

Fuente: Diario de Sevilla

«Al compás de la tumba francesa»

Es el “minuet” y el “rigodón”, entre otros bailes de la aristocracia francesa, transfigurados por los instrumentos de origen africano y pasados por el ardiente ritmo de la sangre cubana.


Cuando llegues a Guantánamo, busca La Loma del Chivo. Literalmente le dio nombre una elevación donde pastaban los cabritos, pero su verdadera esencia se la concedió el ritmo. El amplio barrio, de más de siete mil habitantes donde se mezcla la africanía en Cuba, conserva la tradición de la Tumba francesa, la rumba de cajón, la conga, el son  y el changüí.

En sus predios nacieron dos grandes músicos: Chito Latamblé y Elio Revé y aunque cada una de sus relevantes tradiciones musicales lo merecen, sólo una, La Tumba francesa, fue declarada Primera Obra Maestra Cubana del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, por la UNESCO, como una de las expresiones músico danzarias más antiguas y trascendentales de la cultura cubana y universal.

Tradicionalmente, La Loma del Chivo ha sido uno de los barrios más ricos de la cultura guantanamera, donde las costumbres de la emigración franco haitiano y anglófona, enriquecieron su cultura popular. Así se expresa tanto en sus bailes, la música y costumbres alimentarías. No faltan las prácticas de todos los rituales: brujería, santería, espiritismo, como parte del carácter espiritual e histórico de las familias.

Origen

La ola migratoria de la Revolución Haitiana, escurrió sus aguas en Cuba. Con este primer grupo de inmigrantes se estableció un puente cultural con la llegada -en grandes proporciones- de braceros haitianos en los primeros treinta años del siglo XX, hacia la parte geográficamente más próxima, la oriental de la mayor de las Antillas.

Aunque para ser exactos, hubo dos momentos importantes en el proceso migratorio: el primero fue a finales del siglo XVIII, tras desencadenarse en Haití una Revolución encabezada por Toussaint L´Ouverture, el segundo aparece en el siglo pasado, por la necesidad de brazos para las plantaciones cañeras.

Llegaron con sus amos, quienes solicitaron el derecho de ciudadanía, para establecerse primero en la franja montañosa de la Sierra Maestra y la cordillera de Nipe-Sagua-Baracoa, actuales territorios de Santiago, Holguín y Guantánamo, este último en el extremo más oriental de Cuba.

En la más importante, la primera oleada, los emigrantes traían consigo experiencias en el manejo de cafetales e ingenios de azúcar, que proporcionó un beneficio económico y cultural para la región. Ello sucede, no sin la extrema vigilancia de los gobernantes españoles, para resguardar a Cuba de todo contagio revolucionario. No fue sino hacia finales del año 1791 cuando aparecieron en el puerto de Baracoa los primeros refugiados conocidos.

Atraídos también por la sacarocracia habanera que, como se sabe, había decidido eliminar al Saint-Domingue francés del mercado mundial del azúcar, igualmente llegaron a Cuba -entre 1795 y 1798- importantes contingentes de técnicos, cuadros de plantación, hacendados, administradores, mayorales y artesanos de varios oficios, vinculados a la producción azucarera y cafetalera, que se desparramaron por la isla, buscando ser la emigración útil.

A la par lo hicieron nuevos refugiados -civiles y militares- colonos anglófonos, miles de colonos franceses y españoles, necesitados de huir cuando se produjo la invasión de la parte oriental de Saint-Domingue por Toussaint-Louverture en 1801. Tanto La Habana y Matanzas en el oeste de Cuba, como Trinidad y Puerto Príncipe en el centro, y con mayor razón -por la proximidad- Santiago de Cuba y Guantánamo, ofrecieron un seguro asilo a todos.

Se cuenta además el recalo del derrotado cuerpo expedicionario francés a lo largo del año 1803, con la evacuación de miles de supervivientes de la tormenta y persecución inglesa en el mar. Cuba será el refugio obligado para todos ellos.

Según refiere el Centro de Estudios y de Investigaciones Caribeñas, en carta del gobernador de la parte oriental de Cuba, Sebastián Kindelán, fechada el 31 de diciembre de 1803, señalaba que en los dos últimos meses del mismo año, habían desembarcado por el puerto de Santiago de Cuba un total de 18.213 personas exactamente, a las que se debe agregar un sinnúmero de soldados y oficiales desbandados. Lo que continuó ocurriendo varios años siguientes, después de la proclamación de la independencia de Haití.

Durante los 15 años de conflicto, miles de supervivientes se habían trasladado a Cuba. Algunos refieren que 30.000 refugiados -unos sólo usaron a Cuba como retiro temporal-, además de colonos blancos, grupo de mulatos y negros franceses libres o esclavos.

La gran mayoría de los franceses, o sea más de 9.000 personas, se encontraban en la zona oriental. En Baracoa, por ejemplo, alcanzaban un 30% de la población, con 1.700 personas. La historia refiere la marcada tendencia a establecer relaciones matrimoniales, entre franceses y cubanas.

Convencidas de la utilidad de esa emigración, las autoridades españolas permitieron la inserción de los refugiados franceses. Junto a los ricos hacendados, que habían podido traer consigo a sus esclavos, vino gente de escasos recursos, experimentados en las artes mecánicas, el desarrollo artesanal y agrícola.

Los dueños de cafetales fueron los más numerosos. De esta manera, la presencia francesa fue significativa en el despegue de la economía de plantación cubana. Cuentan, 115 cafetales franceses en toda la extensión al este y al sur de La Habana, un número superior a los 200 en los alrededores de Santiago de Cuba y Guantánamo. Incluso en el centro de la isla de tradición ganadera, los franceses fundaron en poco tiempo,  no menos de 20 cafetales.

Algunos refugiados se vieron en la necesidad de firmar contratos con propietarios cubanos o formar sociedades entre sí, para dar curso a sus proyectos. La más famosa de aquellas fue la hizo el francés Louis de Bellegarde, quien compró en 1803, las tierras del hato Santa Catalina, cuyo fomento dio origen a la ciudad de Guantánamo.

En el año 1819, José María Cienfuegos Jovellanos, Capitán General de la Isla de Cuba, envió a un ingeniero del Ejército Español, el coronel Pió de la Cruz, a estudiar la región para la fundación del pueblo. En el informe expresa su admiración por el “Saltadero”, debido a los encantos geográficos, ingenios, cafetales, cultivos y otros puntos con peso en la economía local como las áreas ganaderas. Así propone la creación del nuevo poblado con centro demográfico en “Saltadero”, punto del antiguo hato de Santa Catalina que había sido comprado por los franceses en 1802.

De Haití a Guantánamo

Donde se afincaron los franceses, la producción cafetalera se incrementó rápidamente gracias a la aplicación de la tecnología avanzada que éstos poseían y a la explotación férrea a la que sometían a la mano de obra esclava, lo que dio lugar al cimarronaje en las zonas montañosas aledañas a los cafetales franceses en el oriente cubano. Los esclavos rebeldes y fugitivos, llevaban una vida de libertad en rincones apartados conocidos como palenques o quilombos.

La relación que se estableció entre ambas islas en el siglo XVIII, no fue solo para dar refugio a los enemigos de la abolición de la esclavitud en Haití o servir de auxilio económico las tropas francesas; fue también un vínculo de hermandad a través del cual Toussaint- Louverture, líder del movimiento de liberación, pretendía liberar a los esclavos de la isla de Cuba.

La intensión no se concretó en ese momento, aunque sirvió de ejemplo a la nación cubana. En los estudios del notable antropólogo cubano Don Fernando Ortiz, señala que es posible nombrar el siglo XVIII como “un siglo de migraciones haitianas hacia Cuba”.

Coincide Ortiz, en que fueron dos grandes movimientos migratorios: uno en 1791 fruto de la Revolución haitiana y un segundo en el siglo XX, movidos por la demanda de fuerza de trabajo para las plantaciones de caña de azúcar y el cultivo de café y algodón, muchos haitianos se dirigieron hacia la mayor de las Antillas.

En el siglo XX, la migración de haitianos persistió y de 1902 a 1913 llegaron a Cuba alrededor de 190 000 haitianos y entre 1913 y 1930 un aproximado de 500 000. Casi todos se asentaron en Guantánamo y Santiago de Cuba, y constituían el 40 % del total de emigrantes que arribaron a las costas cubanas en ese período.

La tumba Francesa

El toque del tambor te hace seguir el compás. Aun hoy, los abuelos son negros de piel, cantando en creole y español con sonrisa amplia. Vestidos con refinamiento, mostrando reverencias y movimientos propios de una danza de Palacio.

Desde su llegada a Cuba, el comportamiento de blancos y mulatos pobres de Haití, imitaba durante sus fiestas a las elegantes maneras de la corte de Versalles, de las cuales eran participes los esclavos.

Entre el criollo haitiano y el “patois cubano”, quedó establecida hasta ahora la interrelación del idioma. Entonces, en las montañas orientales, los esclavos asumieron el creole o el francés -y no el español- como lengua de comunicación.

Les impusieron el comportamiento social y cultural de sus amos, que poco tenían que ver con España. La influencia gala, formó parte de sus modelos de vestir, comer, apreciar las artes, relacionarse entre sí. La “asimilación” de estas, da lugar a las llamadas Sociedades de Tumba francesa – aparente recreo y ayuda mutua- y todo un símbolo de tenaz resistencia de un grupo poblacional de origen africano, que ostentaba el apelativo de “francés”.

En Guantánamo existieron más de doce “Tumbas francesas”, localizadas no sólo en la ciudad, sino también en algunas zonas rurales. Resaltan: San Juan Bautista, La Caridad, San José de la Cidra, Las Mercedes (Yateras), San Miguel (Argeo Martínez), El Bayameso de la Caridad (Yateras), Santa Isabel (Honduras), San Antonio Redó (Manuel Tames) y hubo otras en Casimba Abajo y Cigual.

Los cantos de la Tumba francesa Pompadour-Santa Catalina de Ricci, en Guantánamo, adoptan diferentes matices de acuerdo con la ocasión. De remembranza, épicos, humorísticos y dedicados a los santos, con profundo sentimiento. Son rituales cantados que provocan la atención del público, mientras la música es la compañía de la poesía que transmite el composé.

La investigación científica, «Análisis de los cantos en tumba francesa de Guantánamo», propone un análisis de los textos cantados de la Tumba francesa Pompadour Santa Catalina de Ricci, para determinar su funcionabilidad y proyección social.

Así se conoce que hay cantos para resumir encuentros entre las tumbas y llamados a la faena, la recogida de café: «Campeón de Oriente» (Ernestina Lamothe), «Champyon Oriente» (Ibraín Baqué), «Gran Anivèrse» (Emiliano Castillo) y «An nou ranmase kafe» (Vamos a recoger café). Este último convoca a los vasallos -término utilizado en la sociedad por la diferenciación de rangos- para recoger café en San Fernando, Baracoa y Caimanera.

En los textos de sus evocaciones, resalta la función social indiscutible que tienen las lenguas. Precisamente por ello, los miembros de la Sociedad Pompadour, evocan los años en que eran cantados sólo en creole y éste era utilizado en conversaciones comunes.

Enseñanza

Así era transmitido de generación en generación, en los cafetales donde trabajaban los haitianos, africanos y sus descendientes nacidos en Cuba, cantados en “lengua materna” durante la recogida del grano, lo que posibilitaba que no se perdiera la tradición.

Aunque para los más jóvenes es lengua muerta y quizá les resulta difícil entender algunos de los cantos -mezclas entre el español y el patois- la reina, Justina Ofelia Jarrosay insistió en la necesidad de la enseñanza y la transmisión del creole.

En las fiestas, el creole no impide la comunicación, afirmaba. Para su rescate, se realizan talleres por parte de la directiva de la sociedad y de la Unesco. Los jóvenes reciben entrenamiento en el arte de la improvisación vocal, la ejecución de ritmos musicales de la tumba y la actualización de sus temas.

“La Sociedad constituye un fenómeno cultural, que atrae por sus cantos, bailes, toques y vestimenta. Por lo que sus integrantes deben dominar todo lo que en ella acontece, para un mejor desenvolvimiento durante las fiestas”, confirmaba Emiliano Castillo -(Chichi)- miembro de la Tumba francesa Pompadour, enfatizando que no se pueden ver los cantos por separado de todo el movimiento cultural.

Aunque algunos jóvenes no dominan la lengua originaria, sí los movimientos, gestos y toques. Cada uno lleva el paso, eso que alguien llama, una imitación burlesca de los bailes franceses. Todo es válido de recrear, a partir de los conocimientos tradicionales. Aun es fuerte la presencia de términos en creole en sus cantos y en el baile, llamado de salón.

Estudiado por el Consejo de las Casas de Cultura en Cuba, refieren que en la Tumba Francesa se baila el “masón”, el “yubá” y el “fronté”.

El “masón” es un baile de pareja que imita al de los amos, uno comienza a cantar una alabanza al “masón”, mientras un coro de mujeres lo secunda con el estribillo.

El composé, canta y compone, organiza el coro y avisa al “catá”. Este indica que comienza la música, mientras los bailarines se emparejan con evoluciones. Puedes ver entonces, el señorial paseo en filas, cadenas en espiral, ruedas al centro y cambios a la señal de un silbato.

Para el “yubá”, a diferencia de la participación de las parejas, se incluyen bailadores individuales que danzan en el centro. El resto aclama en círculo, mientras un bailarín desde el mismo medio, establece una controversia con la tumba principal o “premier”.

Ahí viene el “fronté”, el clímax. Los bailadores siguen el paso, al compás de los tambores que no cesan de tocar. El ritmo ascendente, es adornado con la evolución de los bailarines, mientras atan sus pañuelos al pecho del bailador. El colorido lienzo pasa del hombro a la cintura, como caricia a través del cuello y el antebrazo. Es su modo de desearle éxito en reverencia.

El cuerpo recto de los bailarines, muestra una hidalguía inusual en cualquier otra representación. La cabeza se mueve a un lado y a otro, sincronizada con los pies. Esbeltos, envuelven con el ritmo y la elegancia, la herencia que los trajo aquí.

Es el “minuet” y el “rigodón”, entre otros bailes de la aristocracia francesa, transfigurados por los instrumentos de origen africano y pasados por el ardiente ritmo de la sangre cubana.

La Tumba Francesa “Santa Catalina de Ricci” surge en honor a la patrona de la ciudad de Guantánamo, el 30 de diciembre de 1905, en la legendaria “Loma del Chivo”. La Asociación Cultural, fue merecedora además, de la Beca de la Cultura Popular Tradicional de Cuba, honor y bien material que conserva el patrimonio cultural intangible y la memoria histórica.

Fuente: Telesur

¿Qué es la Africanidad?

La africanidad es la cualidad socio-cultural y político-reivindicativa de ser africanas y africanos, un sentimiento de pertenencia y vinculación compartido entre África y la diáspora africana en el mundo.

Nos alejamos del mito de una cultura africana que sólo existe en el continente africano, África ha influido en el mundo y seguirá haciéndolo, y se es africana y africano por voluntad propia como dijo Kwame Nkrumah: «No soy africano por haber nacido en África sino porque África nació en mí».

La Africanidad es un concepto poliédrico y en permanente recreación y discusión, una realidad del pasado, del presente y del futuro, con fuertes raíces y también cosmopolita e innovadora. La cultura africana no es estática sino cambiante.

Africanidad es ser sociales, compartir.

Algunas de las definiciones más extendidas sobre la africanidad son las siguientes:

Africanidad:
Carácter genérico de los pueblos africanos.
Otra palabra similar: africanía, es definida como: Carácter o condición de africano, especialmente en el ámbito afroamericano. Diccionario de la Real Academia Española.

Africanidad: Conjunto de rasgos que se consideran característicos o propios de lo africano. Oxford Living Dictionaries.
1. Condición o carácter de africano, sea del continente o de su diáspora en otras partes del mundo.

2. Sentimiento de pertenencia a los pueblos africanos o a su diáspora. El estado o cualidad de ser africano. Wiktionary.org

En base a todo lo anterior, como hemos dicho, podemos establecer que la africanidad es la cualidad socio-cultural y político-reivindicativa de ser africanas y africanos, un sentimiento de pertenencia y vinculación compartido entre África y la diáspora africana en el mundo.

Entrar en detalles sobre la africanidad es más complejo, ¿Cuáles son esas características definitorias de la identidad africana?

Podemos decir que las culturas africanas presentan unos rasgos definitorios más o menos concretos que son producto de sus interacciones dentro del Continente y fuera del mismo. Muchas son las autoras y autores que han emprendido la tarea de definir ese carácter cultural africano. Ello puede resultar complejo y contraproducente ya que gran parte de la definición de lo que somos viene de forma negativa, racista y colonialista, impuesta por los pueblos europeos. Se hace necesario recordar que no hay una africanidad innata y mucho menos racial, sino que es una transmisión social, como en cualquier otra sociedad, la africanidad siempre es aprendida. Por todo lo anterior hablaremos sólo de lo que ha sido definido por autoras y autores africanos y afrodescendientes.

Para Cheikh Anta Diop, George G. M. James, Teophile Obenga o Molefi Kete Asante, entre otros muchos autores, las primeras civilizaciones de mundo fueron creadas por personas africanas melanodermas (de piel oscura), esto incluye a las civilizaciones del Valle del Nilo como Kemet (el Antiguo Egipto). Haciendo un resumen del pensamiento de la mayoría de autores africano-centrados existen una serie de características definitorias de la Civilización africana, tal y como era vivida tradicionalmente, algunas de estas características perviven tanto en África como en las diásporas, otras se están modificando por influencia externa, es por ello importante diferenciar el África milenaria del África actual.

Las características básicas propias del África antigua son:

Economía: Economías generalmente más agrícolas que ganaderas. La unidad de producción básica tradicional es la aldea. Los ingresos de la monarquía devienen del comercio y de ciertas prerrogativas. Casi total ausencia del concepto de impuestos per cápita.

Familia: Importancia de la familia extensa. Existencia de un doble sistema de familia: la de sangre y la espiritual o social. Matrilinaje original que ha ido combinándose con otros sistemas sucesorios. Organización social en grupos de edad, respeto a las y los mayores. Posibilidad de poliginia en casi todas las sociedades. Presencia de la dote femenina y existencia del divorcio.

Sociedad: Concepto del ubuntu: ser junto a las y los demás. Importancia de la hospitalidad. Importancia de la solidaridad económica. Concepto jurídico del magara, es decir; las faltas se miden por el daño subjetivo producido. Importancia del maat, el equilibrio universal entre el Ser Humano y el cosmos. Separación de los ámbitos de actuación de hombres y mujeres.

Política: Importancia de la casa o lugar de la palabra en el que todas y todos opinan (asamblea local). Importancia del consejo de ancianos. Monarquía frecuentemente electa por un consejo de ancianos.

Espiritualidad: Creencia en un Dios (ser supremo). Enterramiento de los muertos (no incineración). Creencia en un mundo de los muertos similar al de los vivos. Creencia en la comunicación entre vivos y muertos. La religión es iniciática; un sistema de superación interno.

Arte: Mayor interés social por la escultura que por otras artes plásticas. Importancia social central del ritmo y la danza. Gran importancia de la estética corporal. Escala musical pentatónica (blue note en la heptatónica).

Fuente: africanidad.com

África: legados espirituales en la Nueva Granada del siglo XVII

Seguimos compartiendo contigo documentos relacionados con el tema de la afrodescendencia. En esta oportunidad se trata de un texto elaborado por la profesora Luz Adriana Maya Restrepo, el cual pretende delinear propuestas teóricas y metodológicas acerca de la afrocolombianidad que se generó en la Nueva Granada en los albores del siglo xvn.

La autora resume que su trabajo «más que conclusiones  y certezas, está construido a partir de interrogantes  e hipótesis. Principalmente las relacionadas con el papel que desempeñaron los legados de africanía religiosa en la resistencia a la esclavitud y en el proceso de reconstrucción étnica de los africanos esclavizados». El artículo completo los puedes ver aquí.

Ver también:

Otros legados

Más documentos