“Piel negra y máscaras blancas” de Frantz Fanon: 70 años de uno de los libros más influyentes en el análisis de la ideología colonial y el racismo

Piel negra y máscaras blancas constituye uno de los intentos más influyentes en el análisis de la ideología que inferioriza a la población negra, erigiendo a la blanca y europea como el modelo de realización humana. Este 2022 se cumplen 70 años de su primera edición y al revisar sus siete capítulos se evidencia la vigencia de sus planteamientos, fundamentalmente por la persistencia de la cultura colonial en naciones como las de América Latina. En esta primera entrega, expondremos aspectos tratados en los tres capítulos iniciales del libro, para seguir con el resto en la segunda y final.

El autor, el entonces joven psiquiatra Frantz Fanon, aseveró: «el objeto de nuestro estudio se perfila: permitir al hombre de color comprender, con ayuda de ejemplos concretos, los factores e ingredientes psicológicos que pueden alienar a sus congéneres […] nuestra finalidad consiste en hacer posible un sano encuentro entre el negro y el blanco». Añadiendo, «me he aferrado en este estudio a tocar la miseria del negro. Tácticamente y afectivamente. No he querido ser objetivo. Por lo demás, eso es falso: no me ha sido posible ser objetivo».

En efecto, Fanon no podía tomar una postura imparcial ante esta situación, siendo un afrodescendiente, nacido en la colonia francesa de Martinica, que luego de combatir al nazismo, enrolado en las Fuerzas de Liberación y obteniendo incluso la medalla «Croix de guerre» en reconocimiento, fue marginado junto a una multitud de soldados negros de los actos públicos registrados para la posteridad, siendo concentrado en Toulouse e impedido de concurrir hasta Berlín, según apuntan sus comentaristas.

De acuerdo al prólogo de la publicación cubana de la editorial Caminos, escrito por Roberto Zurbano –remarcando que lo hizo desde el Callejón de Hamell, punto de reunión de afrodescendientes en La Habana–, Piel negra, máscaras blancas es el resultado de siete años de observación e investigación en que el autor describe «la baja autoestima, la invisibilidad, la devaluación constante, el hábito servil, el miedo a levantar la mirada y la imposibilidad de ser, en lo personal, un individuo pleno».

La inferiorización se expresa de manera diversa, y en el texto abundan casos, como cuando cita al novelista estadounidense Bernard Wolfe quien habría declarado: «Nos gusta representar al negro riendo y enseñando todos sus dientes. Y su sonrisa… significa siempre un don…«, esa imagen solícita y servicial sigue aún presente en la industria cinematográfica, por ejemplo, a pesar de que ya en los mismos años de Fanon, músicos negros en Estados Unidos se rebelaban en su contra dando inicio a la fase contemporánea del Jazz. Lo que leeremos a continuación, constituye un conjunto de observaciones generales a los fenómenos que el investigador describió en su libro.

Lenguaje, blanqueo y abandonismo

La primera reflexión del texto se orienta hacia el lenguaje que, en el contexto de Frantz Fanon, está propiciada por lo denominado idioma y lo llamado lengua, o sea, un lenguaje de menor valía dispuesto a ser suprimido por el de quienes colonizan. «Hablar una una lengua es asumir un mundo, una cultura», va a decir respecto a la potencia interpretativa que tiene el lenguaje y en ello radica la importancia de la recuperación de idiomas de naciones oprimidas como un acto de soberanía.

«Todo pueblo colonizado -en cuyo seno haya nacido un complejo de inferioridad a consecuencia del enterramiento de la originalidad cultural nacional local- se sitúa siempre en la relación con la lengua con la nación civilizadora… El colonizado escapará tanto más y mejor de su selva cuanto más y mejor haga suyos los valores culturales de la metrópoli», afirma el autor, narrando cómo los algunos de los actos educativos en las escuelas y en las familias consistía en enseñar a hablar «francés francés», así como el desprecio por el patois (habla criolla). En este sentido, narra lo ocurrido con el poeta Aimé Césaire, valorado y elogiado en Francia por hablar (y escribir) el francés bajo cánones validados. «Es un negro que maneja la lengua francesa como ningún blanco contemporáneo», dirá André Breton, ante lo cual Fanon interpela: «Aunque al decir esto, expresara pura y simplemente la verdad, no veo dónde está tan asombrosa paradoja… Aimé Césaire es martiniqués y catedrádico de la universidad […] Pero, me replicarán los negros, es un honor que un blanco como Breton escriba cosas semejantes».

Seguidamente, el también autor de Los condenados de tierra, se refiere a los patrones que alcanza a distinguir en las relaciones entre mujeres negras y blancos, así como de los hombres negros y mujeres blancas. En primera instancia se sirve de la novela Soy Matiniquesa, de vasta divulgación en su época, protagonizada por una mujer negra que relata su persistente intento de «blanquearse», a través de la unión sentimental con un funcionario colonial blanco o encontrando en su ascendencia a una abuela blanca. «Yo estaba orgullosa … ¿Entonces mi madre era mestiza? Ya debería haberlo supuesto al ver su tinte pálido. Me parecía más bonita que nunca, más fina, más distinguida… Soñaba con esa abuela a la que nunca había conocido y que murió por haber amado a un hombre martiniqués de color», afirma la protagonista, que respecto a su relación con el funcionario declara amarlo «porque tenía los ojos azules, los cabellos rubios y la piel pálida», aceptando no ser integrada a la vida social de él, «pues yo era una mujer de color». No obstante, una vez «yo insistí tanto que un día me llevó a Dieder. Pasamos la velada en una de las pequeñas villas que me causaban admiración en la infancia, con dos oficiales y sus esposas. Estas me contemplaban con una indulgencia que se me hizo insoportable. Yo sentía que me había arreglado demasiado, que no era digna de André… En fin, pasé una velada tan desagradable que decidí no volver a pedir a André acompañarlo».

Soy Martiniquesa de Mayotte Capécia, como dijimos, fue una novela por entregas con un influjo cultural relevante en la población local en una abierta normalización de la cultura colonial centrada en las experiencias de una mujer que «aspira a ser admitida en el mundo blanco porque se siente inferior», concluye Fanon.

Por otra parte, las expresiones culturales propagadoras de la inferiorización de la población negra se extiende a expresiones culturales de mayor complejidad. Para explicarlo, también se sirve de la literatura, particularmente de la novela Un homme pareil aux autres de René Maran, que describe la angustia del joven martiniqués Jean Veneuse, quien arrastra traumas generados en su condición de huérfano y negro, «becario de un liceo de provincia, condenado durante las vacaciones a permanecer en el internado. Sus amigos y compañeros, al menor pretexto se dispersan por toda Francia, mientras el negrito va tomando las costumbres de los rumiantes. Sus mejores amigos, los libros», contextualiza Fanon para explicar cómo es que arriba a Burdeos siendo considerado un virtuoso (en una historia muy similar a la biografía del novelista, por cierto). Ahí, se enamora de una francesa, hija de un connotado poeta y hermana de un amigo suyo, quien lo anima a vencer su miedo expresado en el verso: «Cuando uno ama no hay que decir nada/ Hasta es mejor esconderse».

Los argumentos esgrimidos por el amigo de Jean Veneuse para convencerlo de expresar sus sentimientos llaman la atención de Fanon, en tanto están condicionados al hecho que, en realidad, no sería un negro, sino sólo «excesivamente moreno», pues los negros serían incivilizados y él ha evolucionado en cuanto ha asimilado la cultura europea a través del estudio. «De hecho tú eres como nosotros… Tus reflexiones son nuestras. ¿Tú te crees –y se te cree– negro? ¡Un error! De negro sólo tienes la apariencia. Por lo demás tú piensas en europeo», le dice su amigo en un acto de integración condicionada a su negación.

Este sería el contexto de la opción de Jean Veneuse por la soledad, que Fanon denomina «abandonismo», es decir, la tendencia de eludir la experiencia del amor como expresión del miedo traumático al rechazo que, en este caso, se gesta en la orfandad y prosigue por su condición de negro. «Cuántas veces habré de repetirle que lo amo, que soy suya, que lo espero», le escriben al protagonista, sin embargo, no responde. El acto inhibitorio, de acuerdo a la novela se extiende a todos los aspectos de su vida: «Mi vigilancia, valga la expresión, es como el seguro de un arma. Recibo con cortesía e ingenuidad las insinuaciones que me hacen. Acepto y agradezco los aperitivos que me ofrecen… pero no me dejo atrapar en la benevolencia que se me testimonia porque desconfío de esta sociabilidad…», afirma, según Fanon, en voz de Jean Veneuse, el propio autor de la novela, quien «precisa ser liberado de sus fantasmas infantiles».

Fanon rechaza y denuncia un tono generalizador y determinante de la novela, indicando que el comportamiento de Jean Veneuse no se puede explicar por la «concentración de melanina en su epidermis», sino que el relato, a través del cual se expresa su autor, debe ser entendido en el marco de la cultura colonial y que superar esta situación implica «una reestructuración del mundo».

La «resistencia ontológica»

Que «el negro no tiene resistencia ontológica a los ojos de un blanco», constituye una de las convenciones propias del racismo, de acuerdo al autor. Esta declarada minusvalía tendría un correlato en cualidades de las que se le priva a la población afrodescendiente y otras que le son atribuidas, entre las cuales se encuentra lo exótico, lo irracional, lo denominado «humano», expresado en el lugar común: «Los negros delante de los blancos constituyen en cierto modo un seguro para la humanidad. Cuando se sienten demasiado mecanizados se vuelven hacia los hombres de color y les piden un poco de aliento humano». Fanon se pregunta, cómo es que la población negra asume el rol de otorgar ese «aliento humano». Es que ¿»la emoción es negra y razón helena»?

Quizá esta sea una de las observaciones de mayor actualidad, pues problematiza el modo en que la población negra se ha integrado a la cultura occidental contemporánea, asignándoles roles aparentemente reivindicativos de una «originalidad» performada por la industria del espectáculo. Estas diversas expresiones de «aliento humano», modeladas por quienes las administran, se circunscriben a lo ocasional del espectáculo, pues el resto de la vida vale tomarla en serio y eso implica hacerlo en clave blanca, es decir, de manera racional y sensata. En este sentido, es muy interesante la noción nietzscheana de Uno Primordial incorporada por el psiquiatra, aludiendo a un momento excelso de autenticidad de un pueblo que la pierde en tanto se incrementa el control político sobre sí. A pesar de ello, su reconocimiento podría constituir al menos un referente para no engañarse con remedos y, en el mejor de los casos, emprender una búsqueda hacia lo genuino.

La noción de carencia de resistencia ontológica de la población negra ante la blanca también es reproducida por quienes pueden ser considerados «amigos» de la causa emancipadora, según Fanon. Esto ocurriría con algunas consideraciones de Jean Paul Sartre, quien planteó que la negritud constituiría una condición dispuesta a desaparecer en medio de una progresión orientada a establecer la igualdad en la humanidad («una sociedad sin razas»), pues su existencia constituiría una respuesta a la desigualdad impuesta por la supremacía blanca, una suerte de posicionamiento reivindicativo. En sus palabras: «la negritud es para destruirse, es paso y no término, medio y no fin último». Ante ello, el martiniqués responde de manera contundente, señalando que su negritud no constituye fase, ni es condición sujeta a ser superada o suprimida en un esquema teleológico, por muy bien intencionado que sea, pues es constitutiva de su propia identidad y cualquier búsqueda emancipatoria no puede estar condicionada por su negación, porque hacerlo implicaría otro modo de alienación. Así lo explica:

«La dialéctica que introduce la necesidad justo en el punto de apoyo de mi libertad me expulsa de mí mismo […] Yo no soy una potencialidad de nada, soy plenamente lo que soy. Yo no tengo que buscar en lo universal. En el seno de mi no ocupa lugar ninguna probabilidad. Mi conciencia negra no se da como carencia. Mi conciencia negra es».

Esto, Fanon ya lo había adelantado unas páginas antes en el siguiente reclamo: «Así, a mi irracional, se oponía el racional. A mi racional, el «verdadero racional». Siempre salía perdiendo […] Quería ser típicamente negro, no me fue posible. Quise luego ser blanco, más valía reírse. Y cuando intenté, en el plano de la idea y de la actividad intelectual, reivindicar mi negritud, me la arrancaron. Me demostraron que mi andadura peculiar era sólo un término de la dialéctica».

Fuente: https://resumen.cl/

Julio es el mes de la Afrodescendencia en Uruguay

Desde el año 2015, se celebra en Uruguay el mes de la Afrodescendencia.

En tal sentido, el marco normativo nacional vigente (ley 19122) tiene como fin favorecer la participación en las áreas educativa y laboral de los afrodescendientes. Se destaca el compromiso de continuar avanzando en la inclusión de todas las personas aportando desde la formación y capacitación para el empleo y la educación a lo largo de la vida para que nadie quede atrás.

Adoptando la definición del Decenio Internacional de los Afrodescendientes de Naciones Unidas (2015-2024), nuestro país adhiere al Reconocimiento, Justicia y Reparación de esta población vulnerada históricamente.

En 2021 se conmemoró el vigésimo aniversario del compromiso asumido en la «III Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia de Durban.

La Cancillería, a través de la Unidad Étnico Racial —creada por Decreto N.º 234/012—, tiene como cometido asesorar en política exterior con el objetivo de ubicar en el plano internacional el tema étnico-racial de manera interseccional. Asimismo, desarrolla acciones para asegurar la participación de la sociedad civil en diversos foros a nivel regional e internacional.

La calidad de mecanismo de promoción de la equidad racial dentro del Poder Ejecutivo la faculta a articular con diversos organismos estatales de manera bilateral y en siguientes ámbitos como el Consejo Nacional de Equidad Racial y Afrodescendencia, la Comisión Honoraria contra el Racismo, la Xenofobia y toda otra forma de Discriminación y la Comisión Interministerial de Tango y Candombe.

Posicionar el tema afrodescendencia dentro de la agenda política; visibilizar acciones en los diferentes organismos públicos y privados dirigidas a erradicar el racismo; visibilizar el aporte de la sociedad civil y promover instancias de reflexión, debate y rendición de cuentas son los objetivos del mes.

Uruguay reafirma como pilar de su política exterior, su compromiso activo en la lucha contra el racismo, la discriminación racial y formas conexas de intolerancia, así como contra cualquier tipo de hostilidad y prejuicio hacia la colectividad afrodescendiente.

Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay

Colombia racista

Somos un país racista. Y aunque para algunos ha sido claro desde siempre, la arraigada costumbre de usar eufemismos para ocultar los problemas más serios, de tapar y no nombrar lo que salta a la vista, nos ha mantenido en la idea de que aquí todos somos iguales y vivimos en una armonía racial. El racismo es otro Bruno del que no se hablaba en Colombia. Dos o tres escándalos al año sobre algún personaje de la televisión, la negación del ingreso a una persona negra a un restaurante o una discoteca, o sobre algún comentario de un político o un influenciador causan un par de días de revuelo en las redes, alguna entrevista en un medio nacional y dependiendo de quién sea el afectado, una columna airada; y hasta ahí llegaba la cosa. En varios escándalos, los comentarios van de la indignación a la defensa de las buenas intenciones de los acusados de racismo y a la crítica a las reacciones de los afectados y los movimientos afro, sacando a flote la amplia experiencia que también tiene este país en culpar a las víctimas.

El hecho sin precedentes, de tener cinco candidatos afro a la vicepresidencia, no solo ha venido a aportar un nuevo matiz a la contienda electoral, sino que ha puesto el racismo en el centro de muchas conversaciones, con un poco más de trascendencia que los escándalos esporádicos. Incluyendo, por supuesto, sus propios escándalos por expresiones y manifestaciones concretas de algunos personajes; pero, por fortuna, planteando también preguntas más profundas, sobre las causas de este suceso y lo que representa para las comunidades afro en términos políticos y sociales, sobre los perfiles e inclinaciones ideológicas de los candidatos y sobre el modo como recibe el país su presencia en la contienda y eventualmente en la Casa de Nariño. Un gran salto, pienso yo, en la necesidad de nombrar eso que ha sido ocultado. Un avance, además, en la participación afro en altos cargos del gobierno que en general se ha limitado a una instrumentalización para cumplir con un mensaje de inclusión en términos étnicos y con frecuencia de género: mujeres afro ocupando el Ministerio de Cultura.

Para hablar del racismo de Colombia tendríamos que ponernos de acuerdo en unos mínimos sobre este concepto tan complejo, que ha ido cambiando a lo largo de la historia y que indiscutiblemente debe ser abordado considerando una suma de elementos contextuales. Es posible, sin embargo, coincidir en que el racismo es un sistema de creencias, una suma de ideas instaladas en los individuos y las sociedades de manera consciente e inconsciente, en las que se percibe de menor valor y se define bajo una lista de estereotipos a un grupo de personas por su apariencia física o prácticas culturales asociadas a asuntos raciales.

Contrario a lo que muchos creen, las ideas que contiene este sistema de creencias no son naturales ni se instalaron y difundieron de manera aleatoria; han sido impuestas deliberadamente a lo largo de la historia con el propósito de justificar las prácticas esclavistas en el marco del colonialismo y el imperialismo. La religión, la filosofía, la ciencia y el derecho han sido fundamentales para hacer creer, por ejemplo, que algunos tenemos menor capacidad cognitiva y somos más resistentes a ciertas condiciones climáticas, lo que nos convierte en aptos para ciertos oficios y actividades. Han ubicado ciertos rasgos fenotípicos y ciertas prácticas culturales en la categoría de lo indeseable, inculto y no correspondiente con las características estéticas hegemónicas.

Creo que hasta este punto es bastante fácil de comprender, el asunto es que ubicamos el racismo como un fenómeno que se da lejos de nosotros. Creemos que son ideas de hace siglos, que ya no son vigentes, creemos que les pasa a las personas de otros continentes y olvidamos que la vida diaria en Colombia para una persona afro o indígena está plagada de racismo, en lo estructural y en lo cotidiano, que son las formas en las que ese sistema de creencias se materializa. Todo esto pasa, aunque en términos legales Colombia es un país en el que somos iguales, donde se reconocen en la Constitución la plurietnicidad, la multiculturalidad y la soberanía de los pueblos originarios y las comunidades negras sobre su territorio.

Para entender el racismo estructural en Colombia basta analizar los casos de los departamentos de Guajira y Chocó: no es casual que justamente los departamentos con mayorías de población étnica y racializada tengan los más altos índices de pobreza y necesidades básicas insatisfechas. Ningún político o empleado estatal lo admitiría públicamente, pero son justamente las ideas racistas de que estos pueblos son primitivos, que no están interesados en la educación y que su vocación es el trabajo en actividades extractivistas como la minería, las que llevan a que estos no sean priorizados en inversiones que permitan su plena garantía de derechos. Hay un desconocimiento absoluto por parte del Estado de la historia de exclusión y de racismo que pesa sobre estos pueblos, que exige acciones deliberadas para cerrar las profundas brechas que los separan de los niveles mínimos para tener condiciones de vida digna. Mientras el resto del país ha avanzado sustancialmente en temas como el analfabetismo, la desnutrición o la mortalidad materno infantil, en estos departamentos siguen siendo problemas del día a día, que afectan a altos porcentajes de su población.

En la vida cotidiana estamos plagados de prácticas racistas completamente normalizadas: en el lenguaje, el modo de nombrar a los otros, hábitos como cambiarse de acera si viene un afro porque a simple vista denota peligro y ni qué hablar de la violencia policial o los recurrentes actos racistas en los procesos laborales o en procesos de arrendamiento, en los que se atreven a expresar de manera abierta que prefieren que las personas no sean afros. La literatura colombiana, desde Jorge Isaacs, pasando por Soledad Acosta de Samper y hasta las más recientes novedades, está plagada de estereotipos, al igual que los textos científicos y políticos, sobre los que nos ilustra bastante bien el historiador Alfonso Múnera. Los medios de comunicación no se quedan atrás, ninguno se ha salvado de algún tipo de blackface, de caricaturas vergonzosas, de la exotización, hipersexualización y estereotipación en el uso del lenguaje y el manejo de las imágenes, de la inequitativa representación de la diversidad étnica del país, pero sobre todo en la ausencia total de crítica a la extensa lista de manifestaciones racistas en los diversos escenarios de la vida pública nacional.

Tener cinco líderes afro en el debate público, aspirando a un cargo importante para toda la población colombiana, más allá de servirnos para poner en evidencia la crudeza del racismo instalado en el país, debería llevarnos a plantear preguntas de fondo sobre el Estado y la manifestación de nuestro sistema de creencias con relación a las minorías étnicas y culturales y, en consecuencia, cuestionar las manifestaciones excluyentes estructurales y de la vida cotidiana, tanto en espacios públicos como privados. Mientras tanto, ante una eventual elección de un o una vicepresidente afro, el debate deberá centrarse en su capacidad de gestión y en sus actuaciones políticas como cualquier otro vicepresidente, sin que las críticas pasen por su apariencia o los prejuicios con los que son evaluadas las prácticas culturales del pueblo al que pertenece.

Fuente: https://elpais.com/

La negritud

Hablar de razas y racismo es adentrarnos en un terreno de arenas movedizas. Si pisamos en falso, nos ahogamos sin remedio. Esta advertencia viene al caso, porque nuestras sociedades, surgidas de la violencia de la conquista y de la mezcla de razas, arrastran en mayor o menor grado el flagelo del racismo y de la exclusión del otro por el color de su piel. Y esto es particularmente sensible cuando nos toca abordar la presencia de los pueblos del África negra o subsahariana en nuestro continente. ¿Negros o afro-descendientes?

Si revisamos la historia, el término “negros” tiene su impronta y significado controversial: puede significar algo bueno o todo lo malo. En nuestra conformación nacional, el aporte de los negros africanos y sus descendientes ha creado escuelas y corrientes de pensamiento. En Venezuela, Juan Pablo Sojo, Miguel Acosta Saignes, Federico Brito Figueroa, Michaell Ascencio, Alfredo Chacón, Angelina Pollak-Eltz, Manuel Rodríguez Cárdenas, José Marcial Ramos Guédez, entre otros, señalan esos derroteros de los estudios afro-venezolanos en el pasado y en el presente, en arte, literatura, historia y ciencias sociales en general. Pero el tema sigue presente.

Es nuestra Constitución de 1999, la que incorpora dos conceptos de gran importancia en las políticas de Estado relacionadas con el tema racial: El carácter multiétnico y pluricultural de la sociedad venezolana y el derecho político a la igualdad sin discriminación. Sobre estos principios, la Asamblea Nacional aprobó en 2011, por primera vez en nuestro país, la Ley Orgánica contra la Discriminación Racial. En términos legales, se trata de un gran paso en contra de todas aquellas formas de discriminación, en especial, la racial, la cual se define, según este instrumento legal, como “toda distinción, exclusión, restricción, preferencia, acción u omisión, que fundadas en las ideologías racistas y por motivos de origen étnico, origen nacional o rasgos del fenotipo, tengan por objeto negar el reconocimiento, goce y ejercicio, en condiciones de igualdad de los derechos humanos y libertades de la persona o grupos de personas.”

La discriminación por el fenotipo es la que equivale al tratamiento que se la hace a la persona por el color de su piel, lo cual pone en debate el término histórico de negro y negritud. Por ello, paralelo a esta situación, es que nuevos términos como afrodescendencia han tomado carta de ciudadanía. “Ahora no somos negros, somos afro-descendientes”, me decía un poblador de Farriar en el Estado Yaracuy a propósito de la presentación de mi libro El negro Miguel y otros estudios de africanía. Pero, ¿no es este cambio de concepto, una expresión de racismo al revés?

En primer lugar, todos los humanos procedemos del África, somos afrodescendientes. Lo otro, es que hay dos Áfricas: un África de pueblos árabes, cuyo color de piel es blanca o aceitunada. Y un África localizada debajo del gran desierto de Sahara, de pueblos de piel negra. En ambos pueblos ha habido esclavitud. Ambas Áfricas comparten la religión musulmana. Lo que las diferencia a simple vista, es el fenotipo, el color de su piel. Pero lo que es si es totalmente cierto, es que la historia del mundo moderno, la historia de las economías levantadas sobre la colonización de América y la ocupación del África subsahariana para transformarla en cazadero de esclavos, ese mundo de los siglos XV al XXI, que es el nuestro, se levantó sobre la esclavitud de las poblaciones negras africanas. En ese sentido, Negro, esclavitud y discriminación se hicieron sinónimo. Allí es donde está la raíz del problema. No en el color de la piel que es algo natural.

Por ello es que cabe introducir en esta reflexión contra la discriminación racial, que la negritud es un movimiento inicialmente literario de afirmación del negro como ser humano que nació en la década de los años 30 en Francia y que luego se extendió al África, sirviendo de impulso intelectual a la independencia de muchos países africanos contra el dominio colonial europeo. Surgida del vocablo francés négritude, le correspondió al escritor haitiano Aimé Cesaire introducir el término en el número 3 de la revista L’étudiant noir (El estudiante negro), buscando con ellos reivindicar la identidad negra y su cultura frente a la cultura francesa dominante y opresora, que se servía de ella como instrumento en la administración colonial francesa. El concepto fue retomado, posteriormente por el líder político senegalés Léopold Sédar Senghor, que lo profundizó, oponiendo la razón helénica a la emoción negra. El término se proyecta aún más con la fundación, en 1947, de la revista Présence Africaine de modo simultáneo en Dakar y París. Es el filósofo Jean Paul Sartre, quien definirá la negritud como la negación de la negación del hombre negro. Rechazando la asimilación cultural del blanco, la negritud buscaba rescatar los valores de lo negro como cultura y civilización.

Tambor, poemas para negros y mulatos, de Manuel Rodríguez Cárdenas, publicada por la Asociación de Escritores de Venezuela en 1938, podría ser ubicada como una expresión de aquel espíritu de revuelta que significó la negritud contra el envilecimiento y desnaturalización de toda una parte de la Humanidad, que el colonialismo calificó peyorativamente de negros.

Andando el tiempo, el mismo término de negritud quedó en desuso, como bien lo señala el poeta y escritor Rene Depestre en su “Saludo y despedida de la negritud” aparecido en la obra colectiva África en América, que la editorial siglo XXI de México publicó, con el auspicio de la Unesco, en 1977, bajo la coordinación del historiador cubano Manuel Moreno Fraginals. Mientras tanto, el racismo seguirá su curso sino lo abatimos de nuestra mente con una educación de la tolerancia que cultive los valores de la diversidad y la diferencia entre los seres humanos como la fuente de su progreso y libertad. Ya lo dijo José Martí en 1888: “No hay odio de raza, porque no hay razas.” Ni racismo al derecho ni racismo al revés. Solo seres humanos.

Fuente: eluniversal.com

Una buena señal en contra del racismo en el fútbol

América es un continente cuyos países se han construido sobre las bases del racismo. La discriminación existe y la pobreza, en mucho, está vinculada con lo étnico. Y el fútbol es un lugar en donde se concentran los racismos. Basta estar en un estadio apenas unos minutos para escuchar los insultos a los jugadores por el color de su piel.

Se creyó, hace mucho, cuando Ecuador se clasificaba a su primer Mundial, que era una reivindicación de la negritud: aquellos que surgieron de la pobreza daban al país uno de los pocos momentos de unidad nacional. Según sociólogos y antropólogos, solo las guerras con Perú generaban algo similar.

La negritud es, desde los años 7 0, el motor del fútbol ecuatoriano. En este momento se ha colocado un tema de conversación: Édison Méndez, el técnico interino de Liga Deportiva Universitaria, quien es uno de los mejores de todos los tiempos, un mundialista, un referente en la cancha cuando jugaba, está teniendo una experiencia extraordinaria como estratega. Los especialistas dicen que el equipo juega muy bien. Los aficionados apoyan fervorosamente para que quede como principal. De confirmarlo, será un gran paso. Tiene los méritos para ser DT: tiene una idea del fútbol y sabe transmitírsela a los jugadores.

En el país, los técnicos ecuatorianos no han tenido muchas oportunidades; pocos, además, han sabido aprovecharlas. Si lo designan, será un gran paso y algo insólito: si bien hubo afroecuatorianos que han sido técnicos interinos, Méndez sería el primero en dirigir un equipo grande del país. Y en eso consiste lo extraordinario, en estos tiempos en que hay que abogar por el fin del racismo en la sociedad y en el fútbol. Méndez -y esto es lo interesante- no lo sería por condición de afro, sino porque la inteligencia que tenía como jugador la está aplicando como técnico.

En el baloncesto estadounidense se preguntaban por qué habiendo tanto jugador afro excepcional no había técnicos negros. Quizá llegó el momento para algo así en el fútbol ecuatoriano. Pero es posible que no sea confirmado porque aún no tiene el título… cosas de la vida, del deporte, de la meritocracia.

Fuente: elcomercio.com

Mundo Afro: conoce cómo es ser afrodescendiente en Latinoamérica

Las desventajas históricas de los afrodescendientes perduran en Latinoamérica a pesar de tantos años de lucha contra la desigualdad racial y la discriminación.

Desde la III Conferencia Mundial contra el Racismo organizada en 2001 en Sudáfrica los avances en la región han sido muy limitados en comparación con la desventaja histórica que sufren los afrodescendientes.

«Más de 200 millones de afrolatinoamericanos que en una enorme mayoría siguen bajo la línea de pobreza», afirmó Néstor Silva, miembro de la Organización Mundo Afro de Uruguay. «En aquel entonces ganamos en visibilidad política desde la lucha de la sociedad civil organizada en todo el continente, pero el racismo sigue cundiendo. Una prueba de ello es que la mayoría de las personas migrantes del continente americano son afrodescendientes», aseguró Silva.

Además el especialista afirmó que la trata esclavista a la que se sometió a los africanos y a sus descendientes sigue dejando secuelas. «Esto responde a que las naciones no reconocen que cuando se independizaron de sus respectivos colonizadores, todas siguieron con la misma matriz productiva explotadora y esclavista», explicó.

Según Silva en América Latina esto funciona como un multiplicador muy fuerte del racismo, «porque los sistemas necesitan seguir subyugando gente y una de las grandes herramientas para eso es la discriminación racial«.

Incluso mencionó diferentes trabajos científicos que pretendieron demostrar la existencia de razas superiores, y «son simplemente herramientas de explotación». Mundo Afro fue creada en 1988 con el objetivo de ser un  instrumento que permita organizar y nuclear la comunidad negra del Uruguay, trabajando en torno a un Programa de Desarrollo.

«La organización fue creada hace más de 30 años pero seguirá siendo creada porque el racismo muta, la lucha muta y los avances por pequeños que sean son avances y hay que readecuarse», expresó Silva.

Uno de los logros de esta organización en gran parte de Latinoamérica fue poner la lucha contra el racismo en el eje ideológico, con la discusión de temas nacionales y regionales desde la perspectiva de los afroamericanos.

«Somos seres de derecho buscando ciudadanía y esto se explica porque cuando estás excluido no ejerces tu ciudadanía a plenitud, aunque puedas votar. Los derechos humanos no te llegan, por tanto, no eres un ser de derecho sino un objeto de explotación«, aclaró Silva.

Desde Mundo Afro apuntan a que la integración no sea dictada por quien está en el poder: «Porque entonces me íntegra según él me ve y siempre me va a ver con ojos de dominador», explica Silva.

En Uruguay se han logrado en los últimos años oficinas de equidad en diferentes ministerios para incidir desde el Estado en la transversalidad de las políticas. El Gobierno de Tabaré Vázquez creó un grupo de trabajo que coordina dichas oficinas.

Según el censo de 2011 en Uruguay la población afrodescendiente ocupa el 8% de la población. De ahí que por ley el 8% de los cargos públicos en este país estén reservados para los afrodescendientes.

Fuente: Sputnik

Afrodescendientes de América Latina viven ‘racismo institucional’

Situación de los negros sigue sin igualar la de los blancos

Las poblaciones afrodescendientes de 18 países de América Latina viven en condiciones sociales y económicas que perjudican su salud, dentro de un contexto de «racismo institucional», afirmó la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

(Afrodescendientes en Latinoamérica, hacia un marco de inclusión). 

Un nuevo estudio de la OPS concluye que en más del 80% de los países analizados los afrodescendientes viven en desventaja en el empleo, la salud y el acceso a la vivienda y los servicios básicos como el agua potable y el saneamiento.

“Seamos francos: las inequidades en salud que enfrentan las personas afrodescendientes se dan en un contexto de discriminación y racismo institucional, muchas veces exacerbado por las desigualdades de género”, declaró la directora de la OPS, Carissa F. Etienne.

Según el estudio, los riesgos de salud aumentan con la edad. Los malos resultados en materia de salud de los afrodescendientes se deben a factores relacionados «con la discriminación y la estigmatización, junto con las desigualdades de género y las desventajas sociales y económicas».

Estas desigualdades se han exacerbado con la pandemia de covid-19.

El informe destaca que los riesgos de salud aumentan con la edad y el limitado acceso a la atención sanitaria de la población afrodescendiente se traduce también en «altas tasas de mortalidad materna, embarazos precoces y perfiles epidemiológicos en los que predominan la enfermedad drepanocítica (trastornos hereditarios en los glóbulos rojos) la diabetes, la hipertensión y el VIH».

En América Latina, 134 millones de personas se identifican como afrodescendientes. En muchos países las desventajas son enormes: en Ecuador la tasa de mortalidad materna de las mujeres afrodescendientes triplica la de mortalidad materna general; en Colombia es 1,8 veces mayor y en Brasil es un 36% superior.

En Uruguay la proporción de afrodescendientes con acceso limitado al agua potable (42%) es casi el doble que la de los no afrodescendientes (24%).

En las zonas urbanas de Nicaragua el 81% de los afrodescendientes tiene un acceso limitado al agua, frente al 35% de los no afrodescendientes.

«Estamos viviendo en un contexto de racismo sistémico contra los y las afrodescendientes», afirmó la vicepresidenta de Costa Rica, Epsy Campbell, durante el lanzamiento del estudio.

El informe recomienda mejorar las políticas de salud pública incorporando «los conocimientos específicos y las prácticas ancestrales del pueblo afrodescendiente, el respeto a su autonomía, cultura y costumbres, y la creación de escenarios participativos que propicien la igualdad de oportunidades».

Fuente: portafolio.co

7 libros escritos por mujeres afro que te gustará leer

Aunque han sido invisibilizadas en el mundo literario debido a prejuicios históricos todavía no superados, su voz y sus historias siempre han estado ahí escritas. Estos seis títulos de ayer y de hoy son imprescindibles.

Durante miles de años las comunidades negras de todos los rincones del mundo han sido menospreciadas y violentadas. Nuestros discursos y luchas han sido apartadas y condenadas al ostracismo. La narrativa eurocéntrica se ha encargado desde tiempos remotos de ridiculizar y minimizar nuestras necesidades, así como de hacer juicios sobre nosotros de los que hemos tenido que sanarnos continuamente, pues afectaban nuestra psique y nuestra estabilidad mental y emocional. Innumerables veces nos hemos sentido menos válidos, comprendidos y queridos.

Hemos sentido que todo lo que teníamos que contar nunca era lo suficientemente interesante para los demás. Relegados a un segundo plano, en las aulas nunca se ha impartido historia negra, no se nos ha hablado de la conexión entre África y Europa, y mucho menos, nos han contado la fascinante vida de figuras africanas tan relevantes para la literatura y cultura española como Juan Latino (un hombre etíope esclavizado en España reconvertido en poeta y profesor universitario en el siglo XVI) o Sor Teresa de Chicaba (una princesa ghanesa convertida en esclava y más tarde en monja en el siglo XVII, fue la primera mujer africana negra literata de la que se tiene constancia en lengua castellana).

Además, hemos tenido que soportar siempre cómo se han cuestionado nuestras capacidades y dones, hasta el punto de preguntarnos si somos buenos para algo y desarrollando así, de forma casi crónica, el llamado síndrome del/a impostor/a. Si bien es cierto que este rechazo y negación hacia la comunidad negra ha afectado a todos, la mujer negra es la que ha pagado el precio más alto históricamente y la que más ha tenido que acarrear con las consecuencias de este cuestionamiento puesto que se la ha atacado y minimizado por dos transversalidades a la vez; la de ser mujer y la de ser negra.

Este reclamo de un puesto en la mesa no es algo nuevo. La noción de que las luchas son recientes es falsa y no hacen ningún honor a las personas que nos precedieron. Lo que es cierto es que el hastío y cansancio a no tener nunca protagonismo ha hecho que la paciencia se nos termine y esto nos ha dado la seguridad de confiar que nuestras historias y discursos son importantes llegue a quien llegue.

Hay numerosas escritoras afro que han aportado sus conocimientos a la lucha a través de sus pensamientos, imaginación o experiencias personales, desde personajes y líderes sociales como Angela Y. Davis, Maya Angelou o Alice Walker hasta escritoras recientes contemporáneas como Emma Dabiri, Chimamanda Ngozi Adichie o Zadi Smith. Por eso compartimos siete libros de autoras afro imprescindibles de leer para entender los tiempos en los que vivimos.

‘El feminismo es para todo el mundo’, de Bell Hooks

Bell Hooks es una de las figuras más relevantes del feminismo negro y de las luchas sociales de la comunidad negra.  Su trabajo se ha centrado en la  interseccionalidad entre raza, clase y género, y lo que ella describe como su capacidad para producir y perpetuar sistemas de opresión y dominación de clase.

En sus ensayos se ha centrado en el papel de un feminismo inclusivo y transversal para empoderar tanto a mujeres como a hombres. Propone una reestructuración del movimiento feminista justamente porque las mujeres racializadas están en constante desvetaja en comparación con las mujeres blancas, quiere mostrar estas desventajas históricas y estructurales y, además, propone la inclusión rotunda del hombre en el movimiento para así crear un cambio real. ‘El feminismo es para todo el mundo’ (Traficantes de sueños), es un imprescindible para entender realmente qué es el feminiso negro y la importancia de comulgar con un feminismo interseccional.

‘Canciones desde el fin del mundo’, de Yuliana Ortíz Ruano

Yuliana es una poeta afroecuatoriana. Sus letras son crudas y desgarradoras a veces, otras tristes y quebradizas pero como contraposición a cada tipo de sentimiento y sensación que el lector pueda tener regala siempre entereza, ganas de seguir siendo pese a todo.

Su poemario ‘Canciones desde el fin del mundo’ (Libero) invita a un viaje eterno donde se desgranan vivencias y cantos varios. 

El libro es una reescritura de varios mitos del naufragio negro en comparación con mitos existentes nórdicos. De alguna manera es un afán de comparar y ver similitud en lo a priori incomparable. Este es un proyecto técnico que toca diversas opacidades y problemáticas íntimas y personales como el abuso, el incesto o la imposibilidad de crear una cohesión con la familia. Puedes leer algunos de sus cantos en #VEINDIGITAL

‘Dientes blancos’, Zadie Smith

Zadie Smith es una escritora y ensayista afroinglesa. De ascendencia jamaicana e inglesa, creció en un barrio multicultural al norte de Londres, lo que influenció sumamente en las temáticas de sus escritos y el estilo. Su libro ‘Dientes blancos’ (Salamandra) toca temas de relevancia social como el multiculturalismo y la tolerancia hacia las mal llamadas minorías étnicas tratados desde un punto de vista social. Relata la relación de dos amigos, uno de origen inglés y otro de origen bengalí, que se conocen en plena Segunda Guerra Mundial y se vuelven a reencontrar treinta años más tarde ya casados y con hijos, con los que mantienen una relación bastante compleja.  Con una mezcla de ironía extravagante y humor corrosivo, y una mezcla de personajes y situaciones que mantienen en vilo al lector hasta el final.

‘Metamba Miago. Relatos y saberes de mujeres afroespañolas ’, de Deborah Ekoka

‘Metamba Miago. Relatos y saberes de mujeres afroespañolas’ (Autoeditado) es un compendio de catorce historias, catorce mujeres que cuentan sus experiencias y vivencias como mujeres negras nacidas y/o criadas en España. En el libro escrito y editado por Deborah Ekoka, afroespañola de origen guineano, se puede observar cómo, aunque cada historia es distinta, todas tienen matices muy parecidos y transversalidades idénticas. 

Son historias de dolor, racismo y rechazo pero también de mucha resiliencia, fuerza y esperanza frente a los obstáculos de una sociedad, la española, que no las reconoce como suyas. Definitivamente quien se quiera acercar a la realidad de lo que vivimos muchas mujeres negras que hemos crecido en España, este libro es muy importante.

‘Entre nosotras’, de Aude Lorde

Audre Lorde es una de las figuras más importantes de la literatura negra del siglo XX. Escritora, pensadora, feminista y activista, Lorde dedicó toda su vida a la lucha contra las injusticias y se posicionó fuertemente contra el racismo, la homofobia, el racismo y el sexismo.

‘Entre nosotras’ (Visor) es un compendio de poemas subversivos y combativos desde donde batalla y se posiciona como la guerrera y librepensadora que siempre fue. 

‘El origen de los otros’, de Toni Morrison

Toni Morrison, Premio Nobel de Literatura, fue una aclamada escritora, ensayista y profesora de universidad. En sus novelas es reconocida por tratar siempre temas que afectan directamente a la comunidad afroamericana del momento como el racismo, la segregación, la falta de identificación con la población blanca o la importancia de trabajar en el autoestima de la población negra.

‘El origen de los otros’ (Lumen) es un conjunto de ensayos en los que divaga sobre la vida y la identidad racial. En los textos se pregunta cuestiones tan relevantes como por qué la raza sigue siendo un tema tan importante, por qué es necesaria desde un punto de vista social y político la existencia de “Los Otros”. 

‘Ser mujer negra en España’, de Desirée Bela

Desirée Bela es una escritora, activista y bloguera afroespañola. Empezó haciendo creación de contenidos en YouTube para la comunidad afro, en especial para las mujeres; cuidado del cabello afro y sus diferentes peinados, así como también del maquillaje para pieles negras. Esto paulatinamente la llevó a ser bastante reconocida dentro y fuera de la comunidad afro en España y le abrió las puertas al extenso mundo del activismo y el antirracismo.

Considera que su libro, ‘Ser mujer negra en España’ (Ediciones B),  tiene una doble intención; que las mujeres negras se sientan reflejadas, pues aunque cuente su historia sabe que muchas se pueden sentir identificadas por la similitud en sus experiencias. Para Desirée es importante que se lean libros como el suyo puesto que tenemos que contar y leer nuestras propias historias, además es algo que en España todavía no se hablaba puesto que siempre se considera que ciertas cuestiones como las injusticias raciales solo ocurrían en Estados Unidos. Es por eso de hecho que el libro también va abiertamente dirigido a personas blancas puesto que todavía hay una falta de comprensión sobre lo que pasa sobre estos temas en España y cómo afecta a las personas no blancas.

Fuente: Vein.es

Durban o la lucha contra el racismo, el odio y la discriminación en Costa Rica

Una investigación pionera de las Naciones Unidas, basada en el uso de la inteligencia artificial, identificó en el último año más de 500.000 conversaciones que contenían expresiones de odio y discriminación en las redes sociales en el país. Una ejemplo de por qué la Declaración de Durban, que lucha contra el racismo en el mundo, sigue vigente 20 años después de su aprobación.

“Era igual que todos los demás, pero los demás eran los que me hacían sentir diferente”, comenta Scarleth, una persona invidente que, como Dante, Leonela o Victoria, han sufrido la discriminación o el racismo en Costa Rica por su discapacidad, color de piel u orientación sexual a través de comentarios, expresiones u otros mensajes.

Es precisamente a este tipo de discurso al que se refería la histórica Declaración de Durban, firmada en 2001, cuando proponía una respuesta coordinada “al fenómeno, en rápida evolución, de la difusión de mensajes de odio y material racista mediante las tecnologías de la información y las comunicaciones”.

Los discursos que incitan al odio se definen como cualquier tipo de comunicación: verbal, escrita, conductas o imágenes que atacan o usan lenguaje ofensivo y discriminatorio en contra de una persona o un grupo por su nacionalidad, etnia, género, orientación sexual, lugar de origen, creencias o cualquier otra característica que constituye su identidad.

El propio Secretario General de la ONU Antonio Guterres, ha indicado que tales expresiones en sí mismas son “un ataque a la tolerancia, la inclusión, la diversidad y la esencia misma de nuestras normas y principios de derechos humanos”.

También ha asegurado que socavan “la cohesión social, erosionan los valores compartidos y pueden sentar las bases de la violencia, haciendo retroceder la paz, la estabilidad, el desarrollo sostenible y el cumplimiento universal de los derechos humanos”.

Y es en este contexto en el que las Naciones Unidas y Costa Rica se han aliado, convirtiendo al país centroamericano en el primero del continente en impulsar un plan de acción para estudiar, prevenir y actuar contra los discursos de odio y discriminación.

Inteligencia artificial y discursos de odio

¿Pero por qué prevenir los discursos de odio en Costa Rica? ¿Acaso hay pruebas de su existencia? Como la propia Declaración de Durban afirma, “desgraciadamente ninguna sociedad es inmune” al racismo y la discriminación. El país centroamericano tampoco.

Costa Rica no escapa a las manifestaciones que se dan en todo el mundo y que tienen un especial arraigo en la región latinoamericana. Un estudio de The Council on Foreigh Relations determinó que en América Latina el 50% de la población estaría de acuerdo en la realización de expresiones, aunque estas sean ofensivas para ciertos grupos minoritarios, por encima de la media mundial que es del 35%.

La nueva investigación de Naciones Unidas y la firma COES, especialista en análisis de datos a través de sistemas de inteligencia artificial, encontró pruebas significativas de la presencia de discursos de odio y discriminación en redes sociales utilizadas en Costa Rica.

A través de sistemas inteligentes, que clasificaban, geolocalizaban y graficaban entradas de redes sociales, fueron registradas más de 548.000 conversaciones que contenían discursos de odio y discriminación en perfiles y páginas públicas de Facebook y Twitter, dirigidas particularmente a grupos y poblaciones específicas.

De dichas expresiones, el 69% tenía una intencionalidad directa de ofender mientras que el restante 31% se basaba en la emisión de prejuicios y estereotipos que, si bien no tenían necesariamente dicha intención, sí generaban discriminación hacia ciertas poblaciones.

Los emisores principales de estos discursos fueron los hombres (66% del total). En cuanto a la intencionalidad directa nuevamente los hombres fueron los que la emitieron con mayor frecuencia (63% de los casos contra 48% de mujeres). Las personas de 45 años o más registraron también la intencionalidad directa más alta (79% de los casos) y quienes viven en la capital San José (77% del total), fueron quienes emitieron más mensajes de este tipo.

Allegra Baiocchi, máxima representante de la ONU en Costa Rica, destacó que este es un estudio pionero en el país y en toda la región, que contribuye a la comprensión del fenómeno global, pero también al abordaje desde múltiples enfoques.

“Esta es una oportunidad para visibilizar la existencia de estos discursos, el rol de los medios y las redes sociales, así como la búsqueda de respuestas que debemos identificar y la creación de redes de instituciones y personas que deben involucrarse”, explica.

Combate a la xenofobia, la discriminación y la orientación sexual

Esta es la primera investigación de su tipo en Costa Rica y América Latina. Para identificar las más de 540.000 entradas, se identificaron conjuntos de palabras en perfiles públicos y páginas de Facebook y Twitter que se categorizaron a través de software de inteligencia artificial, para geolocalizarlos y clasificarlos por edad y género. Posteriormente la información capturada se procesó a través de otras herramientas informáticas para graficar y visualizar. El período de análisis fue del 1 de mayo de 2020 al 15 de junio de 2021.

El análisis por áreas permitió establecer tendencias y a su vez manifestaciones relacionadas con cada caso particular lo que permitirá, según Naciones Unidas, el establecimiento de estrategias diferenciadas de acción:

Xenofobia: Se registraron más de 181,000 conversaciones relacionadas con discursos de odio y discriminación. Las personas nicaragüenses son las más afectadas. Las reacciones son detonadas principalmente por coberturas mediáticas, sucesos y temas relacionados con crímenes. Hay evidencia de que la pandemia por COVID-19 potenció los mensajes de odio y discriminación.

Discapacidad: se registraron más de 1300 conversaciones que hacían referencia a discriminación ligada con alguna discapacidad. De estas 89% tenían una intencionalidad directa de atacar. Se utilizaban no necesariamente para dirigirse a personas con discapacidad, pero sí como referente para la ofensa.

Género: Se registraron más de 118.000 conversaciones relacionadas con discursos de odio y discriminación. Las expresiones están ligadas a términos ofensivos, que desvalorizan y descalifican la lucha por la igualdad de género y de derechos. Tales expresiones registran un aumento significativo en las conversaciones relacionadas con el Día Internacional de la Mujer. La exposición de fotografías y vídeos de mujeres sin su consentimiento en grupos públicos de mensajería fue un detonante de estas conversaciones. Los hombres son los principales emisores de los discursos de odio y discriminación basados en género.

Orientación sexual e identidad de género: Se registraron casi 99.000 entradas. Expresiones de atracción entre hombres fue lo que generó mayor cantidad de mensajes. Es frecuente el uso de palabras ofensivas, en su mayoría usadas por los hombres. El matrimonio igualitario generó un pico en las expresiones, pero más bien ligado a la posible adopción de menores. Las preferencias sexuales entre mujeres se asociaron con términos como “feminista” y “marimacha”, y existe una tendencia generalizada del género masculino que afirma que las mujeres lesbianas odian a los hombres.

Política: Se capturaron más de 69.000 entradas. La situación económica y las denuncias por corrupción son los principales detonantes. Se registra un aumento en los discursos de odio y discriminación con la activación de los procesos internos de partidos políticos para la elección de sus candidaturas a presidencia y diputaciones. Hay algunos partidos políticos que se ven mucho más afectados que otros y también personas ligadas a ciertas ideologías políticas.

Racismo: Cerca de 68.000 entradas fueron encontradas. Las poblaciones afrodescendientes (46% del total de expresiones) y asiáticas (20%) son las más afectadas. La mayor cantidad de expresiones tuvieron una intencionalidad neutral o negativa (no necesariamente con ánimo de ofender), pero preocupa la gran cantidad de estereotipos y prejuicios ligados a estas poblaciones.

Choque generacional: Se capturaron cerca de 7600 entradas. Las personas más jóvenes se sienten discriminadas por la asociación con ciertos géneros musicales, artistas, también por el cuestionamiento a sus capacidades de opinión de generaciones mayores que aseguran que los más jóvenes no tienen la experiencia o conocimiento para tener opiniones sólidas.

Mientras las personas mayores sufren de discursos discriminatorios por su desconocimiento de mecanismos de comunicación más visuales y términos modernos como cringe, ghosting, crush.

Un plan para erradicar los discursos de odio

La investigación fue acompañada bajo el liderazgo de la ONU, del Plan Costa Rica contra los discursos de odio y discriminación, iniciativa que incluye una serie de acciones estratégicas y herramientas para identificarlos y combatirlos.

El plan fue esfuerzo colectivo entre la Oficina del Asesor Especial sobre la Prevención del Genocidio, que dirige Alice Wairimu Nderitu, y el Sistema de las Naciones Unidas en Costa Rica, así como diversas entidades estatales, académicas, de la sociedad civil y activistas de toda Costa Rica.

Wairimu Nderitu explicó que su Oficina, encargada de supervisar la aplicación de la Estrategia y Plan de Acción contra el discurso de incitación al odio, ha brindado apoyo a diversos equipos en diferentes lugares y ha impulsado misiones políticas y de mantenimiento de la paz en todo el mundo. También recalcó que están particularmente satisfechos de haber ayudado a Costa Rica a avanzar en la lucha contra las expresiones de odio y discriminación.

El Plan Costa Rica contra discursos del odio y la discriminación “brinda una oportunidad a muchos actores relevantes para unirse contra el flagelo del discurso del odio en línea con los derechos humanos internacionales. De hecho, la lucha contra el discurso del odio sólo puede tener éxito si todos los sectores de la sociedad se comprometen a trabajar unidos”, agregó.

La iniciativa identificó ocho ejes de trabajo:

  • la atención de las causas estructurales
  • la atención a las víctimas
  • la identificación de socios y alianzas
  • la creación mecanismos de monitoreo y análisis
  • la educación contra el odio y la discriminación
  • el uso de tecnologías,
  • el desarrollo de campañas
  • la acción política

La ONU también anunció las primeras acciones en marcha del plan:

•La creación de un Observatorio contra los discursos de odio y la discriminación, bajo la dirección de la Universidad de Costa Rica.

•La generación de una alianza con la Cámara Nacional de Radio de Costa Rica para iniciar con un proceso de educación a personas adultas contra los discursos de odio y discriminación y que incluirá a más de 65 radioemisoras de todo el país.

•El lanzamiento de la campaña Unámonos contra la discriminación que responde a esta necesidad de educar y sensibilizar a todas las personas sobre la inclusión, el respeto de la diversidad y la lucha contra el odio y la discriminación.

“Por delante viene un trabajo de análisis, reflexión e identificación de alianzas. Estamos trabajando con instituciones, entidades y personas que quieren unirse a las Naciones Unidas para detener la discriminación, los discursos de odio y convertir en una realidad nuestra misión conjunta de no dejar a nadie atrás.  Necesitamos seguir con la comprensión de este fenómeno global y realizar un abordaje desde múltiples enfoques. Es una oportunidad también para la discusión sobre el rol de los medios y redes sociales, la legislación necesaria y la unión de esfuerzos de todos los sectores”, concluyó la Allegra Baiocchi.

Siguiendo los pasos de la Declaración de Durban

Este año se cumple el vigésimo aniversario de la histórica Conferencia Mundial contra el Racismo de 2001, donde se adoptó la Declaración y el Programa de Acción de Durban, nombre de la ciudad sudafricana donde se aprobaron.

La Declaración y el Programa de Acción de Durban consagran el firme compromiso de la comunidad internacional para combatir el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia en el plano nacional, regional e internacional.

El hecho de haber reconocido que ningún país puede considerarse exento de racismo, que el racismo es una inquietud mundial, y que para combatirlo se debe emprender un esfuerzo universal, constituye un logro importante.

Aunque la Declaración y el Programa de Acción no son vinculantes en el ámbito legal, el documento tiene un fuerte valor moral y constituye la base para los esfuerzos en el ámbito de la defensa de causas a nivel mundial.

Tanto la Declaración como el Plan de Acción constituyen un documento integral y orientado a la acción que propone medidas concretas para combatir el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia.

Su visión es holística, aborda una amplia gama de temas, y contiene medidas prácticas y recomendaciones trascendentales.

Fuente: ONU

El legado de la trata esclavos y la búsqueda de justicia y equidad

A continuación, publicamos la traducción al español de la ponencia de la profesora Verene A. Shepherd, quien es directora del Centro de Investigaciones sobre la Reparación, Universidad de las Indias Occidentales, como parte del panel virtual “Esclavitud y afrodescendencia: educación, cultura y antirracismo”.

Soy la profesora Verene Shepherd, historiadora social y directora del Centro de Investigaciones sobre la Reparación (CIR). Agradezco a la Casa de las Américas, la Comisión Nacional de Cuba de la UNESCO, la Oficina de la UNESCO en La Habana y la Oficina Multipaís de la UNESCO para el Caribe (Kingston), por invitarme a realizar esta presentación, especialmente en el marco del Decenio Internacional de las Naciones Unidas para los Afrodescendientes (IDPAD) y el vigésimo aniversario de la Declaración y el Plan de Acción de Durban (DDPA), documento final de la Conferencia Mundial contra el Racismo de 2001 (W-CAR) celebrada en Durban, Sudáfrica.

Me complace que haya quienes en nuestra Región recuerden la importancia del Día Internacional para el Recuerdo de la Trata Transatlántica de Africanos (TTA) y su Abolición, día designado por la UNESCO para conmemorar el Ma’angamizi (holocausto africano); celebrando así el papel que Ayiti (Haití) ha jugado en la abolición de este crimen de lesa humanidad y en la lucha anticolonial hemisférica, proporcionando armas y soldados para ayudar a otras luchas de liberación y ofreciendo ciudadanía y puerto seguro a los cimarrones marítimos de lugares donde la esclavitud todavía tenía un lugar después de 1804. En este sentido, el trato a las 128 personas esclavizadas de las Islas Turcas y Caicos que huyeron a Haití entre 1822 y 1825; y a los 15 del barco Deep Nine de Jamaica a Ayiti en 1817 no debe olvidarse nunca.

Lo que hizo posible todo eso fue la Revolución Haitiana. Para que no olvidemos, en la noche del 22 al 23 de agosto de 1791, los esclavizados en la colonia francesa de Saint-Domingue comenzaron una revolución, es ese el único ejemplo de una exitosa protesta negra armada en la historia mundial y el evento fundacional de la primera República negra moderna. En un cruel giro del destino, mientras hoy celebramos el inicio de esa gloriosa revolución que resultó en la independencia de Haití en 1804, también lamentamos la pérdida de vidas a causa de otro terremoto. La incapacidad de su infraestructura social y física para resistir los peligros naturales es parte de ese legado colonial que se manifiesta no solo en la degradación ambiental, sino también en la pobreza económica de una nación que enfrentó una deuda de reparación paralizante hasta 1947 y la injerencia externa antes y después de 1947.

Soy consciente de que hay quienes creen que temas como la TTA, la esclavitud y sus legados están demasiado lejos, en el pasado distante, para tener una aplicación contemporánea. Este tipo de respuesta ilustra cómo el concepto de «distancia» impregna el pensamiento de las sociedades. La opinión opuesta es que el argumento de “muy lejos en el pasado para tener una aplicación contemporánea” es inaceptable. La distancia solo afecta la forma en que uno piensa sobre el pasado, en el sentido en que los historiadores lo han explorado, a pesar de los años transcurridos ello ha intensificado nuestra determinación de que el tiempo transcurrido entre 1492 y el presente, simplemente, nos ha dado espacio para reflexionar sobre cuánta evidencia hay disponible para explicar lo contemporáneo. Quizás estamos demasiado relacionados con los eventos del pasado y no podemos desenredar la relación entre el pasado y el presente, ya que están tan inextricablemente enredados.

De hecho, tanto el Programa de Actividades para el Decenio como el Plan de Acción de Durban, dejan muy claro que la TTA estaba en la raíz de la situación socioeconómica actual de África y su Diáspora, así como en las razones de su impacto a largo plazo en el Américas, indicando lo siguiente:

Reconocemos que la esclavitud y la trata de esclavos, en particular la trata transatlántica, fueron tragedias atroces en la historia de la humanidad, no sólo por su aborrecible barbarie, sino también por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la esencia de las víctimas, y reconocemos asimismo que la esclavitud y la trata de esclavos, especialmente la trata transatlántica de esclavos, constituyen, y siempre deberían haber constituido, un crimen de lesa humanidad y son una de las principales fuentes y manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia, y que los africanos y afrodescendientes, los asiáticos y las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas de esos actos y continúan siéndolo de sus consecuencias.

Y continúa

Reconocemos que el colonialismo ha llevado al racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia, y que los africanos y los afrodescendientes, las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas del colonialismo y continúan siéndolo de sus consecuencias. Reconocemos los sufrimientos causados por el colonialismo y afirmamos que, dondequiera y cuando quiera que ocurrieron, deben ser condenados y ha de impedirse que ocurran de nuevo. Lamentamos también que los efectos y la persistencia de esas estructuras y prácticas se cuenten entre los factores que contribuyen a desigualdades sociales y económicas duraderas en muchas partes del mundo de hoy.

Para que no lo olvidemos, alrededor de 5,5 millones de africanos fueron traficados al Caribe colonizado por los británicos (mi tema en esta contribución), entre los siglos XVII y XIX. En 1834, solo quedaban 800.000. Se puede ilustrar la «barbarie» de la trata a la que se refirió la Declaración de Durban citando una opinión de 1854 sobre el papel de España y Gran Bretaña en la trata y el comportamiento hacia a los africanos esclavizados, que equivalía a un desastre demográfico, en comparación con el aumento de la población esclavizada en los EE.UU.

En ese año, un folleto impreso para la Sociedad Histórica de Maryland por John D. Toy, titulado «Comercio de esclavos africanos en Jamaica: trato comparativo de los esclavos», indicaba que, en 1790, los Estados Unidos tenían 697,897 africanos esclavizados y para 1850, la población había aumentado, principalmente por medios naturales, a 3.204.089, lo que equivale a un aumento en 60 años de 2.5 millones. Por otro lado, España importó 40.000 africanos a Jamaica durante el período 1509-1655, pero en 1655 cuando los británicos capturaron la isla, encontraron 1.500. Fíjate, muchos se habían escapado para formar escondites de Maroons (cimarrones). Durante los 179 años en los que Gran Bretaña participó en el TTA, se importaron 850.000 (según su cálculo porque la información reciente indica que Gran Bretaña continuó con el tráfico hasta 1811 e importó 1,2-1,5 millones a Jamaica). Sumando los 1500 que encontraron, tuvieron el control de 851,500 africanos desde 1655 hasta 1834. Se estima que 85,000 murieron durante el proceso de captura y traslado a la isla. Al independizarse en 1834, Jamaica tenía 322,421 personas esclavizadas, una mortalidad de más de 1 / 2M.

Sin embargo, aplicando la fórmula utilizada para estimar el crecimiento de la población en los Estados Unidos, el artículo de 1854 propone que, dentro de los 45 años de la presencia británica en Jamaica, la población esclavizada de la isla debería haber aumentado a 2.931.450 individuos. Por el contrario, en 179 años perecieron poco más de 3 millones de africanos, es decir 17.000 por año. «Esta declaración no necesita comentarios», dice el autor del folleto. “Exhibe la esclavitud en la colonia británica de Jamaica, tolerada por el Parlamento de Gran Bretaña durante ciento setenta y nueve años, suficientemente repugnancia, sin habilidad dramática, para hacer el cuadro aún más repulsivo”.

Es por eso que, para las víctimas del holocausto africano, la justicia reparadora es el grito en todo el Caribe e internacionalmente. La reparación se define simplemente como la reparación en forma o formas acordadas (monetarias y / o no monetarias) por un daño o perjuicios cometidos. El conocimiento en el Caribe de los males cometidos a través de la conquista, la colonización, la reubicación forzosa de africanos, la esclavitud, la emancipación sin compensación y el continuo daño poscolonial, han impulsado el surgimiento de esta demanda de justicia reparadora. La mayoría de las personas conocen la acción de 2013 de los Jefes de Gobierno de CARICOM cuando colocaron peso político detrás del movimiento de reparación, al establecer la Comisión de Reparación de CARICOM presidida por el Prof. Sir Hilary Beckles, un Subcomité de primeros ministros presidido por el Primer Ministro de Barbados bajo cuyo mandato se estableció el Centro de Investigaciones sobre Reparaciones que dirijo y que tiene ya 3 años, y los Comités Nacionales en los Estados Miembros de CARICOM (y ahora hay unos diez). Pero mucho antes de eso, los pueblos indígenas, los africanos esclavizados, los defensores de la justicia posterior a la esclavitud, los rastafari del siglo XX, los académicos, los activistas de la sociedad civil y políticos individuales como Ralph Gonsalves y Mike Henry, participaron activamente en el movimiento.

El Plan de Acción de Diez Puntos de CARICOM es el Plan para la demanda regional de reparación de Gran Bretaña, Dinamarca, Holanda, España, Portugal, Francia, Suecia, Noruega y algunos otros países. Incluso un barco que enarbolaba la bandera rusa traficaba con africanos a Cuba. Los 10 puntos son:

(1. Completa disculpa formal 2. Programa de Desarrollo para los pueblos originarios. 3. Repatriación para aquellos que los escojan. 4. Construcción de instituciones culturales. 5. Atención a la crisis de salud pública. 6. Campañas de alfabetización. 7- Programa para el conocimiento sobre África. 8. Rehabilitación psicológica. 8- Transferencia de tecnologías. 10. Cancelación de la deuda,)

No todos están a bordo del tren de reparación. Las voces opuestas utilizan los siguientes argumentos:

• La esclavitud fue hace demasiado tiempo atrás

• No hay víctimas / todos están muertos

• Los descendientes no pueden reclamar en nombre de sus antepasados

• La mayoría de los pueblos caribeños no están a favor del movimiento

• Los caribeños se oponen a la repatriación

• Fueron los africanos quienes vendieron a nuestros antepasados

• Es un asunto demasiado complicado

• Los gobiernos coloniales anteriores no pueden pagar

• Era legal en ese momento

Nuestro deber como activistas y educadores es aumentar la educación en torno a las justificaciones, incluyendo que:

• Existe un acusado (o agresor)

• No se puede negar el hecho de que la esclavitud en las plantaciones proporcionó el andamiaje para el avance industrial de Gran Bretaña. La economía de las plantaciones del Caribe fue un engranaje importante en el floreciente sistema de comercio atlántico de Gran Bretaña. Tal era la capacidad productiva de la región que el profesor Richard Sheridan calculó la riqueza total de Jamaica solo en 1775 en 18 millones de libras esterlinas. Desde entonces, las estimaciones de Sheridan han sido revisadas por el historiador económico Prof. Trevor Burnard, quien sostiene que la riqueza de la isla era, en £ 25 millones de libras esterlinas, unos £ 7 millones (o 39%) más alta. Esa riqueza es un testimonio de la capacidad productiva de la isla y, lo que es más importante, de su viabilidad económica durante el siglo XVIII. En comparación con la parte continental de América del Norte, los ingresos per cápita de los plantadores del Caribe eran significativamente mayores que los de sus contrapartes continentales.

• La injusticia está bien documentada

• Las víctimas son identificables como un grupo distinto

• Los descendientes de grupos victimizados continúan sufriendo daños

• Nada en el derecho internacional impide que los descendientes reclamen en nombre de sus antepasados

• También existe un precedente para el pago de reparaciones. Quizás el ejemplo más flagrante de reparación histórica es el de Haití, donde bajo una demanda francesa de 1825, ese país tuvo que pagar 150 millones de francos (reducidos a 90 millones), pagados solo en 1947. El segundo es el de 20 millones de libras esterlinas como reparación a los plantadores británicos por esclavizados liberados.

La reparación es una causa justa. Según Sir Ellis Clarke, primer presidente de Trinidad y Tobago y segundo y último gobernador general:Una potencia administradora … no tiene derecho a extraer durante siglos todo lo que se puede sacar de una colonia y cuando se ha hecho, liberarse de sus obligaciones … La justicia exige que se repare al país que ha sufrido los estragos del colonialismo…” [1964].

Fuente: http://laventana.casa.cult.cu